domingo, 25 de octubre de 2009

Estocolmo.

Se movió un poco molesto, tratando de acomodarse mejor en la silla ubicada en el medio del cuarto. Frente a él, el hombre de contextura física trabajada en algún gimnasio, le hablaba con tranquilidad y con cierta ternura a este joven, que sentía, esa tarde, una inmensa necesidad de contar cosas de su vida.
Mis padres me quieren mucho, se desviven por mi... Siempre se preocuparon por mis estudios porque saben que si uno no se prepara para algo, la vida se hace muy difícil...
En eso le doy la razón a tus padres... Sí... Hoy si no estudiás no llegás a nada, no sos nadie...
¿Usted qué estudió?
Nada, pibe, o vos te creés que estaría acá si lo hubiera hecho... Por eso te digo, hacele caso a los viejos siempre, ¿me entendés? Siempre...
Sí... Ya terminé el secundario y ahora voy a ir a la universidad...
Mirá, no se que vas a estudiar, pero ahora hacele caso a este gil: abogado tenés que ser, ¿entendés? Todos los que conozco están forrados en guita, pibe, lo sé porque por mi vida pasaron un montón... Te sacan hasta lo que no tenés, pero me han salvado siempre.
¿Sus padres no lo mandaron a estudiar?
¿Los mios? Pero que me van a mandar, por favor... A sirujear me mandaban. Yo por mi vieja doy la vida, ¿sabés? pero a mi viejo si lo agarro le parto la cabeza... No tenés idea de lo que hizo sufrir a mi vieja, no sabés... Chorro, asesino, todo en contra tiene...

Tengo sed, ¿podré tomar agua?
Si, pibe, quedate tranqui... tomá, yo te doy... no te chorrees... Uh... Pará que te seco...
Gracias, Don... Está tardando mucho ese señor en volver... Me preocupa...
Va a salir todo bien, no te hagas problemas, tengo experiencia en esto y te aseguro que nunca falla...
¿En serio?
Sí, pibe, de acá a casa y todos felices, sólo hay que esperar un poco. Dale, contame otra cosa ¿Te gusta el fútbol?
Sí, algo, pero yo juego al rugby...
¡Ah! Mirá que bueno, ¿dónde jugás?
Con mis ex compañeros del colegio. Nos matamos todos los jueves a la noche en el campo de deportes del cole que está buenísimo... Ya me rompí la pierna izquierda una vez...
¡Ves! Por eso no me gusta ese deporte, es muy violento, a mi me gusta matarme en el gimnasio... Voy tres veces por semana... Tengo músculos por todos lados... Si me vieras...
Me imagino, ¿qué hora es?
Son más de las seis. No te preocupes por la hora, estas cosas llevan tiempo, ya lo viví muchas veces y lo sé muy bien...

El hombre cree escuchar que alguien se acerca y camina por el cuarto con los cinco sentidos en alerta. El joven siente que su manos están entumecidas y se paraliza en la silla escuchando con sus oídos al máximo, los pasos del hombre que va de un lado a otro en actitud nerviosa.
¿Viene alguien?
No... no, falsa alarma...
El hombre mira su reloj, nerviosamente, pero tratando de que el joven no perciba su inquietud.
Está todo bien... todo bien... Decime pibe, ¿tenés novia?
Sí, sí, ya hace días que no la veo y he pensado mucho en ella... especialmente a la noche...
Uh, ya me imagino el encuentro, ¡se van a matar a besos cuando se vean! ¿La querés?
Con locura... Es divina, dulce y re-linda... Tengo suerte de que se haya fijado en mi y no en otros pibes que...
Qué que.. Pero si vos sos fachero, dejate de joder...
Me muero por verla... ¿Sábe cómo la conocí?
Cómo...
En el viaje de egresado... En Bariloche... Sí, la vi en el mismo hotel donde parabamos nosotros y me partió en dos... Ella estaba con otro colegio...
¿Amor a primera vista fué?
Sí... no sabe... Los dos quedamos re-locos; ella tenía novio... acá en Buenos Aires, bah, no se si estamos en Buenos Aires, pero no pudimos separarnos ni un día allá en Bariloche...
Pibe, vos no parás de meterte en líos... ¿Y qué hicieron?
Y... cuando volvimos, lo dejó al novio ese, y enloqueció...
¿Quién enloqueció?
¡El novio! Me quería matar... Me buscó por todos lados y una noche en que yo la dejé a ella en la casa, cuando me iba, se apareció con tres amigos para romperme la cara, pero ella salió de la casa con el palo de hockey, porque juega al hockey ¿sábe? y los sacó cagando...
Es de fierro esa minita, no la pierdas nunca...
Usted me cae bien, ¿sábe, señor? El otro tipo no... Le tengo miedo...
No te preocupes por él... Yo no voy a dejar que te pase algo...
Gracias, señor, ust...
¡Shhh! Pará, pibe... Viene alguien...
El hombre pega la oreja a la puerta para escuchar al que se acerca. El joven, sin moverse de su lugar en la silla, contiene la respiración con cierta esperanza.

Se escuchan tres golpecitos secos a la puerta.
Soy yo... Abrime...
El hombre abre la puerta apenas para dejar entrar al sujeto que llega y, ese momento, produce cierto alivio en el joven que estaba esperando que algo pasara pronto. El recién llegado arroja sus cosas encima de una mesa con violencia. Está más que furioso. El joven sentado en la silla tiembla. Ahora si que tiene miedo de verdad porque huele el odio del sujeto.
Qué pasó... ¿Algo salió mal?
¡Todo salió mal, entendés, todo! El viejo de este pendejo no pagó el rescate...
Se acerca a la cara del joven hasta hacerle sentir el aliento apestoso que repugna al asustado pibe que se siente morir.
¡Tu viejo es un hijo de puta, pendejo de mierda! ¡Tiempo! ¡Más tiempo me pidió! ¡Ya no hay más tiempo! Pero me las va a pagar... ¿Sabés por qué nenito de mamá? Porque cree que estoy jodiendo... Y yo hablo muy en serio...
Por favor señor mis padres van a pagar, yo sé que lo van a hacer... Por favor, deles tiempo...
Se acabó... Les voy a mandar algo para que entiendan que no estoy jugando... Cortale un dedo al pendejo este...
¡No, señor, no!
El joven, paralizado por las ataduras que ya le han lastimado las muñecas de las manos y los tobillos, se desespera en la silla a la que se encuentra maniatado, impotente, sin poder escapar y sin ver a sus captores por la venda que le cubre los ojos. Suplica, llora, siente un terror insoportable. Un líquido caliente le inunda los pantalones

Escuchame, pibe, escuchame, tranquilizate, va a ser rápido, un golpe seco y ni te das cuenta... No te creas que es la primera vez que lo hago... Sé de esto... Soy un experto...
¡No, no... Me quiero morir, me quiero morir, no por favor... Mamá... mamá!
A ver... a ver... ¿Sos zurdo o derecho?
¡Dejá de tener contemplaciones, pedazo de boludo, y cortáselo de una vez!
El hombre le sigue hablando al joven que está a punto de desmayarse, con ternura, como si le hubiera tomado cariño después de haberlo custodiado en su cautiverio.
Te desato y elijo yo la mano, querés, no llores más... Este dedito, ves... este. Golpe seco y ya está... Luego te desinfecto bien y cuando te repongas, me seguís contando esa historia con tu novia... Sabés, siempre lloro cuando en la tele veo las pelis románticas...


domingo, 18 de octubre de 2009

Infinitas gracias.

La niña le temía a las tormentas porque creía que el sol y el cielo celeste se iban muy lejos cuando las nubes grises los ocultaban. Su mamá, entonces, un día de mucha lluvia, la llevó al aeropuerto, subió con ella a un avión y, cuando llegaron volando a las nubes, le enseñó que del otro lado de ellas, el sol sigue estando y el cielo nunca se fue.

El niño le tenía miedo a la oscuridad en las noches cuando se quedaba solo en su cuarto. Su mamá, le regaló un pequeño perrito para que durmiera al lado de su cama, diciéndole que lo iba a cuidar siempre. El niño no volvió a tener miedo, aunque el perrito no podría, por ser tan chiquito, defenderlo ni siquiera de una mosca.

Los hermanitos creían que el cielo, de noche, en la ciudad en la que viven, siempre es negro, muy negro y sólo a veces aparece la luna. Su mamá, una noche sin luna los llevó lejos, al campo, y les enseñó que el cielo esta lleno de lucesitas que titilan y nunca se apagan.

La niñita sentía celos de su hermanito de pocos meses de vida. Decía que ella quería más a su muñeca. Su mamá, un día, le pidió que la ayudara a bañarlo, luego a darle de comer y le enseño a abrazarlo. El bebé, entonces, le devolvió el abrazo. Eso su muñeca no lo sabía hacer.

El pequeño iba a la escuela con un escudo que lo protegía. Su mamá siempre le decía que lo llevara con él aunque estuviera sano y fuerte. El niño lo siguió haciendo cuando creció; de adolescente, luego siendo joven, de mayor y hasta el día de hoy. Cuando sale de su casa todos los días, escucha la pregunta que su mamá le hace desde el cielo: ¿Llevás pañuelo?
Gracias, mamá, por recordármelo siempre.