miércoles, 29 de mayo de 2013

La historia de mi vida.


Todo empezó con un café en La Recoleta. Al aire libre. O mejor dicho cuando a metros de ese café, la vi con sus ojos húmedos mirando la nada, y con las piernas cansadas por esperar más de una hora a un amor que inmediatamente pasaría a ser: un ex amor.

Odio a los hombres. Me dijo. Son todos iguales. Sólo quieren llevarte a la cama y después te dan una patada…

Reconozco que no me acerqué a ella sólo por las lágrimas en sus ojos. Esa fue una excusa. Vi una oportunidad de compartir mi solitaria tarde, con alguien que causaría envidia a algún amigo mío si me hubiera visto con tan hermosa mujer. Después del café caminamos por Plaza Francia rozándonos la piel de nuestros brazos, charlando de la vida o más bien de pavadas que la hicieran reír. Mechando nuestra conversación con alguna mirada de soslayo. El piso, sus zapatitos, los árboles y el cielo eran sus puntos de referencia en ese campo de batalla. Su nariz recta, sus ojos marrones oscuros, su pequeña oreja izquierda, su cabello castaño con alguna cana que se escapó del teñido y su cuello que soñaba con morder, eran los míos.

Mordí ese cuello pocos días después en mi campo de batalla: mi casa. Desordenada por no poder pagarle a una señora para que mis pocas pertenencias no parezcan desconocidas por mí mismo. Comenzamos una historia de pobres. Rara vez una salida a cenar, alguna al cine, visitas a galerías de arte y cafés literarios. Hay algo que me ha caracterizado en los últimos tiempos: la falta de dinero, como así también enamorarme para que me internen. Por suerte algún encanto me queda porque ella cayó en mi trampa de seducción. Comenzó a amarme con mi misma locura. Un milagro para un tipo como yo, que para ir a su casa, lo hacía con chofer: en el 118 que es el que más cerca me dejaba.

Me dijo, una y mil veces, que le gustaba mi manera de pensar, mi cultura, aunque para mí exagerara. Me decía que su ex, aquél que la dejó plantada el día que la conocí, era totalmente distinto a mí. Es muy básico, era su descripción de él. Entonces de qué te enamoraste, le pregunté. No sé, yo creo que en realidad no estaba tan enamorada. Él me tenía como a una reina; me llevaba a comer a los mejores lugares, me hacía regalos y me llevaba a Uruguay o Brasil, pero, en realidad, nunca fui una mujer que ambicionara esas cosas. Yo quiero amar como te amo a vos, sin importarme el dinero. Con él no podía hablar de otra cosa que no sea de sus negocios. Jamás logré que me acompañara al cine; siempre tenía una reunión con árabes o chinos como excusa. Andá vos, después me contás, era su argumento. El día que me dejó plantada, me llamó, después de una hora esperándolo, para decirme que lo perdonara pero que prefería terminar la relación así, sin discusiones y que además se iba de viaje por un tiempo. Yo creo que se fue con otra mujer. Ya lo notaba un poco raro últimamente. Creo que fue lo mejor que me pasó porque te conocí a vos… Ves, Dios existe.

Después de tal confesión de ella toqué el cielo con las manos. Bailé en una nube. Era la gloria para mí.

Cociné una carne mechada, al horno, con papas a la crema cuando cumplimos un mes. Es lo que mejor me sale. Me gasté una fortuna en un buen vino Malbec, un kilo de helado en la mejor heladería de la ciudad, o por lo menos la más famosa, y alquilé una película romántica que todavía no se había estrenado en los cines. Tengo un boliviano a la salida de la estación Olleros del subte D que siempre tiene lo que vendrá. Un capo el tipo. La cuestión es que con ese gasto no pude cargar el celular porque me quedé sin un peso, pero, ya había arreglado todo con ella el día anterior. La esperaba a las nueve de la noche. Yo no podía llamarla pero ella a mí sí. Me extrañó que no lo hiciera en todo el día, aunque sabía que su trabajo, (es una importante ejecutiva en una empresa multinacional) a veces no le da respiro.

A las once y cuarto de la noche sonó mi celular. Perdoname, no quiero que nadie salga lastimado, me dijo, pero es que anoche, él, tarde, se presentó en casa con flores, una botella de Don Perignon, rogándome que lo perdone y, algo que no pude resistir: dos pasajes a Miami para hoy. Estoy en Ezeiza a punto de embarcar y… Corté la comunicación y apagué el teléfono. Me fui a la cama sin cenar y sin postre.

Es la historia de mi vida.