domingo, 29 de marzo de 2015

Roble.



Anoche soñé que llegaba en un tren a un pueblo hermoso. Así lo veía en mi sueño. Y era tan real que hasta que no desperté creí que de allí no me iría más. Ese pueblo se llamaba Roble. 

Lo que veía era un lugar que no era actual. Sus calles, sus casas, los olores y las voces que salían de esas casas eran de otra época. Vi una casa en una de sus calles ideal para mí. "Es la casa en la que quiero vivir", me decía a mí mismo en mi sueño. 

Hoy sólo sé que quiero volver a soñar con ese pueblo y ya no despertar jamás. 

Historia de mi ciudad.


En los viejos tiempos la gente era más grande. Gigante. Lo descubrí mientras caminaba por la ciudad y de pronto vi un enorme reloj de bolsillo colgado en el frente de un edificio.
Me imaginé que un señor sacó su reloj del pequeño bolsillo de su chaleco, apurado porque llegaría tarde a una cita, y al mirar hacia abajo vio, con horror, los cordones de sus zapatos desanudados. Colgó su reloj de una saliente en la pared para agacharse con más comodidad y así anudar sus zapatos, y luego de hacerlo, se fue más apurado todavía porque una distinguida señora lo estaría esperando en una confitería de la calle Florida para tomar el té con ricas masitas. El reloj quedó allí olvidado para siempre.
Espero que aquel gigante caballero no haya llegado tarde a su cita y, a partir de ese encuentro, hayan vivido juntos una hermosa historia de amor.