martes, 29 de septiembre de 2015

Polvo de estrellas.


Cuando era chico vivía en el campo y por eso tenía la suerte de poder ver las estrellas en las noches sin luna, esa luna que cuando no estaba, yo imaginaba que se había venido en picada hasta hundirse en algún mar con un monstruo que la devoraba de un solo bocado.
La Vía Láctea, las Tres Marías y la Cruz del Sur me hacían sentir un sabio conocedor del universo entero. Pensaba que si viajaba hasta esa maravilla que veía, tendría que esquivar las estrellas con una nave rapidísima para no chocar con alguna de ellas.
Hoy todavía me asombra esa inmensidad que no para de crecer. Estoy convencido de que mientras el universo se siga expandiendo habrá esperanzas. De qué, no sé, pero me hace bien pensar en eso.
Estamos formados por células microscópicas que nos conectan con absolutamente toda esa inmensidad. Formamos parte de esa grandiosidad y por eso somos dioses. Somos polvo de estrellas. Y mil veces me he preguntado de dónde salió todo esto. Porque también creo que nada sale de la nada.
Todo empezó con el Big Bang dicen los que saben, pero nadie sabe quién encendió la mecha. Por eso me pregunto también, una y mil veces, ¿cómo diablos llegué hasta aquí?

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Tus días.



Eran los días de amables momentos.
De cielos nocturnos que temblaban de luces.
Eran los días de dulces sabores.
De rosas, vino y ojos con lágrimas.
Hoy son los días que has heredado.
De todo aquello vivido de antaño.
Son los días que te han hecho mujer.
Aquellos que llorando atrás has dejado.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Fue, alguna vez fue.


Fue ayer o antes de ayer, casi no lo recuerdo, es que a veces mi memoria que los años deterioran no me deja un espacio en el cerebro para no olvidar lo que olvido. No importa el momento, sólo sé que la vi de repente, haciéndose presente con tanto desparpajo que, hoy, de mi asombro no salgo.
Es que a veces peco de ser bastante inocente, como un niño de pecho para dar un ejemplo, y termino sufriendo porque estos acontecimientos seducen hasta a un ciego que ve lo que no debería ver ni por asomo, pero sí, lo ve, y con asombro.