Nació un
día cualquiera, en una ciudad Argentina de este mundo suspendido en el universo
infinito. Fue por la década del 40 del siglo XX de la era llamada cristiana. De
allí en más fue: El Pibe. Creció archivando en su cerebro cada instante de su
vida: lo que pasa a su alrededor y en el mundo. Un don que adquirió quién sabe
de quien. Es capaz de recordar fechas, acontecimientos, o lo que sea que haya
ocurrido durante su larga vida; lo que no vivió, lo adivina. Pregúntenle a El Pibe
que fue lo que pasó ese día, suelen decir los que quieren enterarse de algo. Por
esa razón se vio envuelto, hace mucho tiempo, en un hecho involuntario al que
lo introdujeron para que sea voluntario: El crimen de la francesita.
La
encontraron muerta una tarde de verano en el barrio de Palermo, justamente en
un departamento de la calle Uriarte, envenenada con cianuro en una copa de
Martini seco con Vodka, mientras la púa del tocadiscos saltaba y saltaba sobre
un simple de Julio Sosa, cantando: Madame Ivonne. Para la policía era
simplemente una pebeta del barrio latino que llegó un día con dos amigas desde
las Europas, y seguramente conoció a un argentino que le hizo ver la barba de
Dios en una maldita noche de celos. La francesita estaba para el crimen,
atestiguaron los que la conocían. No había ninguna pista a la vista. Ni una
huella digital en la copa que bebió. Los investigadores no daban pie con bola y
no iba a ser cosa de tener que afrontar un conflicto internacional. Había que
resolver el caso sí o sí.
Lo fueron
a buscar a su trabajo, una agencia de publicidad en las que hacía sus primeras
armas, aunque jamás hizo un aviso que matara ni a una mosca. Pibe, necesitamos
datos que nos abran la cabeza para resolver esto, le dijeron dándole toda la
información que tenían. Entonces, acomodándose en su sillón frente a su tablero
de dibujo, con plena seguridad y arrogancia en sus palabras, así se expresó El
Pibe.
“En el 47,
que fue el año en el que cumplí un año; vean, observen esta foto, este soy yo
con ojos negros saltones y detrás están mis padres que Dios los tiene en la
gloria. Como les decía, en ese año de postguerra, en París, que es de donde
dicen ustedes que llegó esta chica, hacer el amor era la mejor diversión; sin importar
el amor. Por eso, ¿Parisia dicen que se llamaba? Nació en una casa de amores
inexistentes. Luego, en el 65, el año en el que cuatro melenudos de Liverpool
empezaban a cambiar el pensamiento de todos los jóvenes del mundo, agobiados
por la guerra de Vietnam, se vino a este país con esa amiga inglesa de la que
ustedes me hablan: ¿Londresa, no es así?” Sí, le dijeron los investigadores,
además de una italiana: Romanía. “Como ven, siguió El Pibe, era una época en la
que toda Europa se venía para acá.”
“Parisia,
Londresa y Romanía vivieron juntas y felices, hasta que por distintas
circunstancias, pero que tienen que ver con el amor tan necesitado por la
francesita y por qué no de las tres, comenzaron los problemas. Eso sucedió en
el 67, año de gobierno militar en Argentina, yo hice el servicio militar aquél
año y no me enorgullezco de eso; una América Latina convulsionada y una guerra
fría entre potencias que dominaban al mundo. Romanía se enamoró de un ruso que,
decían las malas lenguas, era un espía y Londresa se lo robó una noche más fría
que en Siberia; es que no quería dormir sola. Además ocurrió que Parisia se
puso de novia con un americano de la embajada de ese país que se llevaba de
muerte con el rusito, para él, un comunista peligroso. Sólo faltaba montar una
base de misiles en Palermo que apuntaran a Moscú y Washington por como venía la
cosa"
"Y llegamos
a hoy, en este año 69, con el hombre en la luna; entre nosotros no les creo
nada a estos americanos; pura propaganda, se los digo yo que de esto sé algo.
Como les decía, en este año aparece esta chica muerta. Un crimen horrendo,
terrible, en el que todos son sospechosos: sus amigas europeas, el rusito, el
americano y… quizás alguien más.”
¿Quién? Dijeron todos.
El día que
cayeron las Torres Gemelas, el primer año del siglo XXI, el asesino salió en Libertad.
Había sido condenado a cadena perpetua, pero, en este país nadie cumple las
condenas totalmente. El Pibe les había dicho a todos que el gallego Asturios,
portero del edificio de la calle Uriarte de Palermo, nunca soportó que Parisia
prefiriera el champagne a la sidra o el tango a la jota y discutía mucho con
ella por estas trivialidades. Los investigadores lo fueron a buscar y lo arrestaron
inmediatamente. Ese fue el argumento que el jurado esgrimió para condenarlo.
Claro, era una época de mucha incertidumbre y las cuestiones se resolvían
rápidamente. Lavada de manos y ya está, pasemos a otra cosa y que nadie piense
demasiado era el lema del momento. Las relaciones con Francia seguirían siendo
buenas, lo mismo que con Inglaterra e Italia por no haber puesto bajo sospechas
a sus amigas.
Londresa y
Romanía vivieron en Buenos Aires hasta el 78, año del mundial en Argentina y, cuando
la cuestión de los derechos humanos se puso pesada, volvieron a sus países.
Hoy, al
escribir esto que El Pibe me contó, tengo que reconocer que fue sincero
conmigo: nunca supo quién fue el verdadero asesino. Él cree que al gallego
Asturios lo condenaron injustamente, porque está convencido de que a la pobre
chica la mataron como a la Marilyn Monroe:
por saber demasiado. Meterse con un representante de la embajada americana, en
este país en ese momento, era como involucrarse con el mismísimo presidente de
los Estados Unidos. Por supuesto que las relaciones con el país del norte eran
más que importantes.
Hace poco
viajé a Italia porque quise saber algo más de aquél caso de la francesita.
Llegué a Toscana, lugar donde Romanía pasa sus últimos días, como suele decir
ella. Una mujer encantadora que cuida de la tumba de su difunto esposo, un ruso
que conoció en Buenos Aires. Me sorprendí al enterarme de esto porque pensé que
la tal Londresa se lo había robado. Pero, la vida da sorpresas y vaya si Romanía
me las dio al contarme lo siguiente: “Sí, me lo robó, y yo decidí que la mejor
manera de recuperarlo era sacándome de encima a la inglesita. Entonces una
noche, preparé su bebida preferida, Martini seco con vodka, sí, lo que tomaba Bond,
James Bond, ella era fanática, y puse en su copa unas gotas de cianuro que me
proporcionó el americano de la embajada porque le dije que había decidido matar
al ruso. ¡Él estuvo encantado con eso! Pero, en un descuido mío, al ir a la
cocina a buscar aceitunas, llegó Parisia de visita, y fue directamente a
agarrar la copa bebiéndose de un saque el Martini seco con vodka preparado con
el cianuro; parece que la pobre tenía mucha sed, era un día de mucho calor.
Luego de tener terribles convulsiones, murió echando espuma por la boca. Fue
horrible. Convencí a Londresa de que no tocara nada porque seguramente el
rusito había envenenado el vodka para matarnos a las dos. Limpiamos todo y
llamamos a la policía como dos corderitos inocentes. De esa manera lo saqué de
su vida, el tipo volvió conmigo y tuvimos una larga vida, juntos. El plan no
salió como yo esperaba, pero resultó brillante, ¿no le parece?"
En fin. De
vuelta en Buenos Aires, decidí no contarle nada de esto a El Pibe porque supuse
que destruiría su ego, pero debería, porque sin duda es un farsante.