Cada vez me gusta más piropear.
Lo hago a través de las redes sociales a mis amigas; jamás lo he hecho en la calle. Eso lo atribuyo a mi
tremenda timidez.
Almuerzo con jovencitas, amigas pero jovencitas. Me gusta
observar sus frescas pieles. Sus ojos y sus sonrisas sin arrugas. Me encanta
que me cuenten sus cosas íntimas y me pidan consejos. Se los doy con total
sinceridad; sin celos ni malas intenciones. Por eso sé que me quieren y eso me
pone muy bien. Yo las adoro. Pero no me atrevo a soñar con ellas. Me avergüenza
tener con ellas pensamientos sobre algo que desearía. Ya estoy grande para eso.
Me gusta salir a cenar con mis
amigas mayores, jóvenes pero mayores. Me gusta charlar con ellas. Que me
cuenten lo que han vivido aunque yo no pueda aconsejarlas porque seguramente
saben más que yo de la vida. Me gusta que me escuchen y me aconsejen porque
ellas saben hacerlo. Me gusta como besan porque lo hacen con ternura. Son
dulces y sabias. Me gusta observar sus ojos, sus sonrisas y sus cuerpos
apetecibles. Me quieren. Las adoro. Me atrevo a soñar con ellas porque no me
temen. Ya estoy grande para eso.