El
tele transportador me trajo en segundos a París. Desde que nací supe que hoy
iba a hacerlo y he esperado este momento por años. Por siglos. Los años
terrestres no son como los de mi planeta, son más cortos y por lo tanto mi
atención ha estado alerta a este momento pactado. Lo hicimos en aquella vida
que pasó. “Nos veremos en Paris en la vida que vendrá”. Elegimos este año al
azar.
Ella
vendrá, es mi deseo. Lo hará porque las promesas se cumplen. Aquí la estoy
esperando al lado de la torre que los terrestres orgullosos llamaron Eiffel. Un
orgullo que los fue matando porque las nefastas guerras ocurridas son
consecuencias de esa estupidez. Este planeta llamado Tierra está casi destruido.
Todo es gris, no hay nada que sea de un color que advierta una esperanza de
vida. Habitado por seres despreciables en su aspecto. Seres humanos que se
arrastran intentando sobrevivir para luego matarse entre ellos por la misma
razón. A pesar de tanto fuego no han podido destruir la torre que hoy nos
unirá.
Ella
vendrá. Me lo he estado repitiendo en todo el tiempo que estoy aquí
esperándola. Pero miro a mi alrededor y no veo a nadie que me lo confirme. Los
que me observan lo hacen con temor. Soy distinto a ellos. Me temen. Quizás ella
me observe y también me tema. El tele transportador de mi planeta me absorberá para mi regreso a casa en unos
minutos y no logro identificarla entre esa multitud de hombres y mujeres
pálidos e inexpresivos. Habitantes de un mundo sin esperanza.
Ya
no hay tiempo. Es mi esperanza de que ella venga a la cita la que decae. Pronto
me desintegraré. Sólo me parece ver entre la maleza gris tan
común en este planeta un destello de luz. Me acercaré, tengo que ver a qué se
debe.
Es
una flor. Es lo único de color que vive en este planeta Tierra. Es la flor más
hermosa que he visto en mi vida. Sus colores brillan. Pétalos verdes, jamás
había visto una flor con pétalos verdes además de blancos y rojos. En su centro
las semillas dibujan una antigua y gallarda águila de este mundo. Es un símbolo
que ningún terrestre parece ver. Sólo yo la veo y está ahí, al alcance de mi
mano.
Me
quedan segundos, ya debo volver, cortaré su tallo y me la llevaré a mi mundo.
Allí vivirá eternamente. Conmigo. La cuidaré con el alma. Será mi compañía
hasta el fin de mis días.