Mis dedos acarician las teclas
imaginando la suavidad de tu piel.
Dibujando palabras dulces
que escuchan tus ojos.
Sólo la luz de mi máquina.
Y mucha paz.
Es todo lo que necesito
para pensar.
En el ventanal impreso
la ciudad de noche.
Sin vida aparente.
Dónde estarás…
es mi pregunta inquieta.
Tu silencio intrigante
por esa sabiduría
que te enseñó el tiempo
es tu simple respuesta.
Tengo suerte.
Veo los colores
de tu aura traviesa.
Allá lejos.
Detrás de esas siluetas
del otro lado del vidrio.
Es tu luz
que moja mi alma.
Veo tus alas desplegarse.
Me envuelves
Me proteges.
Me sorprendes.
Mi ángel.
Es de azúcar.
Bañado de lágrimas dulces.
Caídas de la nube que descansa en tu cielo.
Dibujado por manos hacedoras del tiempo.
Amado en tus sueños.
Castigado en la vida.
Es de azúcar.
Tiene el cielo ganado.
Lo sabe mi alma impaciente
que no olvida esa luz de tus ojos llorosos.
Tu andar suave delante de mi
y tu sonrisa tierna de sabia mujer.
Es de azúcar.
Nunca más verdadero.
Lo aprendí con sólo mirarte.
Lo sentí con sólo amarte.
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