Rubia como
la Bacall ; con
el cuerpo de la Gardner
y el trasero de la Mansfield ,
la vi apoyada en la ventana redonda que mira al Pacífico, desde el salón de grandes fiestas con más glamour de todo Santa Mónica. Había acudido hasta allí, después
de un mes sin trabajo, por el llamado telefónico de esta impresionante mujer
aquella misma mañana a mi oficina. Me acerqué a ella sigilosamente, quería
dejar grabada en mis retinas la totalidad de su despampanante cuerpo de espalda.
Se dio vuelta hacia a mí antes de que yo dijera algo. Después de quedar
impresionado al verla de frente, supe que me iba costar decir algo coherente de
ahí en más: no era tan bella por ser su rostro como el de Bette Davis; tenía
menos delantera que Humphrey Bogart, y la voz de Clark Gable.
Bienvenido,
Mister Flynn, gracias por aceptar mi caso. Me dijo con su penetrante voz.
No he
aceptado nada todavía, Miste… digo, My Lady.
Si yo le
dijera, Mister Flynn, que mi novio, dueño de todo este enorme salón de fiestas
al que acuden todas las estrellas de Hollywood, me engaña con una voluptuosa platinada,
usted que me diría.
A usted
nada, a él le diría que a la mire siempre de espalda y listo.
¿Sabe una
cosa, Mister? él muere por mi espalda.
¿Sabe una
cosa, My Lady? a mí casi me pasa cuando la vi de frente.
Volví a mi
oficina con el caso aceptado: fotografiar a su novio con su amante rubia, para
que… My lady, lo extorsionara de tal manera hasta quedarse con el 50% de las
ganancias del salón, que por lo que me dijo, le deja una verdadera fortuna anual
al tipo. Claro que también lo acepté por los cinco grandes que yo cobraría. Me
llevé mil adelantados y dos botellas del mejor whisky del bar, para empezar a
festejar por ese nuevo trabajo esa misma noche. Solo. No sé si fue la bebida,
quiero creer que sí, pero tuve toda la noche en mi mente la espalda de ese
travesti. Pensé en volarme la cabeza con mi Luger, -el arma que le quité a un
oficial alemán muerto en Dresden- pero me juré que sólo por la Monroe haría algo así. De
esa manera me salvé la vida.
No me fue
difícil seguir al tipo con mi Plymouth y mi vieja Nikon para fotografiarlo con
su voluptuosa amante: en la playa de Santa Mónica, en las colinas de Hollywood,
en las mejores tiendas de Los Ángeles, en las joyerías más caras de todo California,
y en algún motel de las afueras de la ciudad; en realidad, desde las afueras
del motel; lamenté mucho no poder fotografiarlos en una habitación, es que esa
platinada le quitaba el aliento a cualquiera. Claro que después de tanto
trabajo me pregunté: ¿qué hace este tipo con un travesti teniendo una amante
como esta? Seguramente aquí había algo que el Mister… o la Lady , no me había dicho, y
que me empezó a quemar la cabeza.
Revelé las
fotos y pasé por el Snack Bar de Charlie, allí donde como todos los días,
especialmente cuando no tengo un céntimo. Él me fía gracias al cielo. Después
de pagarle lo que le debía con el dinero que me adelantó el Lady, le pregunté
por una novia, actriz secundaria ella, que tuvo hace un tiempo atrás, para ir a
verla y hacerle algunas preguntas relacionadas con el caso. No hubo problemas,
la vi y me enteré de alguna que otra cosa del mundo del cine. Luego fui con las
fotos a ver al despampanante -de espalda por supuesto- que me contrató. Fue
raro verlo sin la peluca rubia y sin el vestido blanco glamoroso, es más, creo
que no se había afeitado bien esa mañana.
Buen
trabajo. -Me dijo después de ver todas las fotos.- Le pagaré los cuatro mil que
faltan ahora mismo.
Antes hay
algo que debemos aclarar. -Lo interrumpí.- Este tipo no es su novio ni ella la
amante de él.
Oiga
amigo, usted hizo su trabajo y acá terminó ¿no cree?
No, no
creo, Mister, esto no es otra cosa que una estafa y será mejor que lo aclaremos
ahora.
Empezó a
gritar como un loco, o una loca histérica. Iba de un lado al otro del salón
dándole patadas a las sillas, mesas y todo lo que se le interponía –intuí que
debió haber sido un gran pateador jugando football en la universidad.- Usted,
Mister Flynn, no es otro que un pobre tipo, no tiene vergüenza al acusarme de algo
sin ninguna prueba; lo voy a demandar… Ok, le dije, demándeme, pero vaya
pensando qué le va a decir al juez de todo lo que lo voy a denunciar yo: ese tipo
no es su novio, es más, lo vio una sola vez aquí en alguna fiesta del mundo del
cine y, a él, como a otros, los manda a fotografiar con una estrellita de
cuarta, pero atractiva, y que además es su socia en esto, para extorsionarlo
por dinero o, si no, les mostrará las fotos a su familia. ¿Es así, o me
equivoco? Siempre elige tipos casados y, si es posible, productores con mucho
dinero, demás está decirle que usted es sólo una vendedora de cigarrillos en este lugar, ¿no es cierto?
Pero…
pero… De dónde saca usted, maldito detective de pacotilla, todas esas…
De
sospechas… Cómo voy a creer que un hombre que tiene una amante como esa, vaya a
ser su novio… Mister... Además, la ex novia de un amigo, actriz secundaria por
ahora, ha venido varias veces aquí, y conoce muy bien a su socia que además es
lesbiana… Para que usted sepa, a mi amigo lo dejó por ella.
No puedo
creer que la muy maldita me engañó con una mujer… Gritó enfurecido el Lady.
Parece que es un travesti que le atraen ciertas mujeres. Qué interesante y raro
es este mundo; del cine, claro.
Cuando me
fui de allí llevaba en mi bolsillo diez de los grandes. Hacia mucho que no
tenía en mis manos tanto dinero junto, ya ni me acordaba desde cuándo. Es lo
que me ofreció el Lady para que no lo delatara. Sí, ya sé, y dónde está mi
dignidad. Creo que la perdí cuando las deudas me agobiaban tanto que no pude
resistirme a ciertas cosas. Les confieso que lo primero que me ofreció para
callarme fue la de entregarse a mí. Sólo le pedí que se pusiera aquél vestido
blanco con tanto glamour, la peluca rubia, y se quedara en la ventana redonda
de espalda mirando el mar de la playa de Santa Mónica; tal cual la vi por primera vez, pero eso si, sin darse vuelta en ningún momento. Luego, tome una
botella de whisky de su bar, la abrí, y comencé a beber, a beber y a beber.