Cuando me dijo su nombre comprendí
muchas cosas que me preguntaba al verla. Fue una respuesta sabia, como sabia
fue la persona que se lo había elegido.
Almendra.
No puede haber nombre más bonito,
le dije, nadie puede llevarlo mejor ni pronunciarlo como vos. Almendra es una
mujer con el color del sol. Su cabello es como una lluvia que purifica. No permite
que mi mano se enrede jamás en él aunque mis dedos se pierdan en esos hilos
dorados. Sus dientes son tan blancos como ese fruto que al partirlo muestra la
pureza de su corazón. Es amada por todos. Por mí. Por la luna, el sol, las
estrellas y los mundos que no conocemos.
Ella ama al mundo y a mí. Soy
afortunado aunque me duela su belleza. Duele temer que un día deje de ser mía
aunque lo sea desde el día que me dijo su nombre. Su mirada logra
tranquilizarme, llenarme de esperanzas, me hace soñar con descendientes que
tengan su sol en los ojos. Tiene toda la paciencia para contarme de que se
trata la vida como si hubiese llegado a este mundo con la misión de enseñarnos
a vivir. A mí me enseña a vivir con más amor que esas incertidumbres que
tenemos todos los que razonamos en este mundo. A veces pienso que ella es de un
mundo, que si descubriéramos, no vacilaríamos en cambiar el nuestro.
Almendra.
Es nieta del viento. Ese viento
que juega con las hojas de los árboles y las flores de las plantas,
desprendiéndolas. Ama al viento por eso, porque sus abuelos la acarician de esa
forma. Los siente en la cara, desordenando su pelo. Nunca los conoció porque la
maldad absoluta se los llevó antes de que ella naciera. Ocurrió cuando su mamá
era una niña con una futura misión: la de algún día traerla a este mundo. Lo
hizo, robándola de una nebulosa de dolor, por haber perdido a sus padres en
aquellos malditos 70. Eligió ese nombre para ella porque fue el mejor homenaje
a sus padres. Ellos le enseñaron que hay música en el aire, en las flores, en
la hierba y en el alma.
Almendra.
A mí su nombre me sabe al viento.
A amor. A lágrimas y sonrisas. A la noche y el día. A saber que un día dejaré
este mundo y ella me llevará al suyo. Seré eterno. Como ella, que con su nombre
elegido desde el cielo, vivirá mientras el tiempo sea tiempo.
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