domingo, 20 de septiembre de 2009

Las flores hablan.

En una pequeña comarca unos pocos habitantes conforman un pueblito que allí se encuentra, solitario, perdido por ser tan chiquito. El sol, que a veces pide permiso para asomarse, no logra embellecer el lugar. Los lugareños no encuentran motivos para ser felices.
Así comienza la historia de una mujer tan pequeña como la comarca de la que les estoy hablando. Ella, todos los días atiende a los componentes de su familia de la misma manera que lo hizo ayer, antes de ayer; siempre sin una sonrisa. No entiende por qué, pero siente que así debe ser. Confundida y resignada vive como el resto de las mujeres de su pueblo.
Nadie se preocupa por los jardines, por pintar las casitas de ese pueblo, de hacer que los niños aprendan juegos, o lograr que esos niños sólo se preocupen por ser niños. Ya verán ustedes que alguien decidió que la vida debía ser de esa manera.

Sucedió que, la mañana del primer día de primavera, la mujer de esta historia abrió la puerta de su casa y, allí en el umbral, había una flor. Superada su sorpresa inicial, levantó del piso lo que parecía ser lo único de color en el mundo y, descubrió de pronto, que después de mucho tiempo algo le pasaba a su vida. No entendía que era; ella estaba acostumbrada a vivir así día a día, por qué entonces tenía que ser distinto, se preguntó.
Pero, al otro día había una nueva flor en el umbral, y después otra, todos los días una nueva flor. Lloró entonces, siempre lo hacía pero esta vez sus lágrimas saladas se endulzaron. Empezó a reír, a jugar con sus hijos. Sopló a las plantas que por arte de magia se llenaron de colores. Les habló a los pájaros y ellos le dedicaron una melodía. Se miró al espejo y descubrió que era hermosa.

Todos en el pueblo comentaban el cambio de la bella mujer. Hasta su esposo comenzó a preocuparse por su actitud y decidió investigar el motivo. Subió a lo más alto del pueblo. Allí vivía, solo, el brujo que puede controlar desde ese lugar cada movimiento de las personas del pequeño pueblito, imponiendo con sus predicciones el temor, logrando que cada uno de los pobladores le rinda tributo por su protección a la que él llama: "espiritual".
Le dijo a el marido de la mujer de esta historia que lo que estaba pasando no estaba bien. Le siguió diciendo que la persona que le dejaba las flores no podía tener buenas intenciones, y le dijo además que cuidara a su esposa, ella no tenía por qué ser distinta a las otras mujeres del pueblo.
El hombre, furioso volvió a su casa y destruyó las flores, porque sólo creía en ese brujo, para él, sabio; sin entender que el corazón ve mucho más allá que la mente fría para analizar sin ningún sentimiento.

La bella mujer, temerosa, volvió a llorar con lágrimas saladas. La luz que irradiaba se apagó, los colores de su hogar ya no fueron tantos, sino uno: el gris. Los pájaros no la volvieron a escuchar. Las mujeres del pueblo que de pronto habían visto en ella una luz de esperanza, se sintieron nuevamente solas. Siguieron con sus rutinas. Todo volvió a la normalidad.

Una noche, en la que sólo se escuchaba el canto de los grillos, una silueta, sigilosamente y con cierta dificultad, se deslizó hacia lo alto del pueblo metiéndose en silencio en la casa de aquél brujo. Los grillos callaron.

A la mañana siguiente, la pequeña mujer, abrió la puerta de su casa y allí estaba, en el umbral, una flor. En la casa de enfrente, en la de al lado, en la de la esquina, en la otra y la otra, en todas había una flor.
Las mujeres lloraron lágrimas dulces, se tomaron de la mano y volaron juntas a la Luna y luego a las estrellas. Fueron la envidia de los pájaros. Todas embellecieron. Pintaron de colores las cercas de sus casas, cultivaron flores en sus jardines, llenaron de niños jubilosos las calles del pueblo, hicieron felices a sus hombres. La comarca creció y se lleno de luz en las noches.
Hoy, sigue siendo un misterio la muerte de aquél brujo, pero a nadie le interesó investigar ese hecho.

Una tardecita de sol, en la que la pequeña mujer de esta pequeña historia regaba sus flores en el jardín, el hombre más anciano del pueblo que pasaba por la vereda caminando dificultósamente, se detuvo y le dijo mirándola a los ojos: "Las flores hablan, nos enseñan a ver la belleza que nos rodea. Lo aprendí de mi madre cuando era un niño y en toda esta pequeñita comarca, sólo había luz, color y una sola casa; esa en la que yo vivo".

6 comentarios:

  1. A la mujer le trajo la felicidad algo externo, alguien externo. Pienso que los cambios , la busqueda de felicidad tiene que ser algo generado por uno.
    La pasividad y la ilusion de la solucion magica son patrimonio de los cobardes.

    Es mi opinion.
    Saludos

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  2. Duro lo tuyo conmigo, "nosotras".

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  3. Ups. Pido disculpas entonces. Lejos de mí estaba la intención de ser dura con vos.
    Solo volqué mi opinion a raiz de la historia que cuenta el cuento y relacionandola con la vida misma...

    Todos hablamos desde nuestro punto de vista, segun como venga cargada nuestra mochila de vida.

    Te pido nuevamente disculpas si te molestó mi comentario.

    Nos leemos
    K

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  4. No me molestó, está bien, es una opinión. No todo lo que cuento tiene que gustar. Me gusta que me dejes tu opinión "nosotras", es válida para mi y aprendo para mis próximos cuentos.
    Te sigo leyendo.
    Dick

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  5. Dick : el cuento me gustó. De hecho como ya te dije me gusta como escribis.
    Solo transpolé este cuento a la vida real y de ahi lo que dije.

    Espero tu próximo cuento para seguir leyendote.
    K

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  6. Gracias "nosotras". Me encantaría saber quienes son ustedes cuatro, o vos, aunque quizá se pierda la magia.

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