lunes, 4 de enero de 2010

El deseo de Juancito.

Su mamá no deja de sorprenderse al ver a Juancito intentando dibujar letras desde muy chiquito. Piensa que su hijito es un genio. Un ser distinto a los otros niños de su edad. Un privilegiado tocado por una varita mágica de algún hada escondida en la pequeña y humilde casa en la que viven. Pero no, él solo es un niño que quiere aprender a escribir. Copiando las letras que ella le enseña porque todavía es muy chiquito para ir a la escuela.
Hacerlo le fue resultando fácil. Lo complicado es armar palabras que dijeran algo, que expresaran lo que él quiere decir. La a, la b, la c, todas tienen nombre y sabe que si las une forman esas palabras. Y lo fue logrando; entendiendo como se hace. Con más tiempo del que su mamá pensaba, pero lo hizo.

Muchas tardes de mate cocido; pan duro tostado untado con un dulce de higos que cocina su mamá, y que por suerte, crecen esos frutos en el patio de tierra del fondo de la casa. Tardes viendo a su papá llegar con cara triste por no conseguir lo que fue a buscar. Y otras con cara alegre porque a veces lo encontraba. Juguetes de madera fabricados por las manos de su padre porque para comprarlos no alcanza el dinero. Pelota desinflada por el tiempo, regalo de algún cumpleaños, con la que Juancito le hizo mil goles a ese arco que forman dos plantas de tomates. En ese ámbito aprendió a escribir. Un poquito; lo necesario.

Llegó entonces el momento que el pequeño esperaba. Hoy escribiría una carta. Bajo la higuera del patio se sentó con un papel en blanco y un lápiz. Su mano comenzó a crear, a dibujar lo poco que sabe en ese papel. Despacito lo hizo, con tiempo, con mucho esmero y un poquito desprolijo.
Terminó, dobló el papel en cuatro y cuando su papá salía de la casa para buscar lo que tanto le costaba encontrar, le entregó ese papel doblado con un pedido: "Pa, es para los Reyes Magos, les escribí una cartita que quiero que lleves al correo".
El hombre salió de su casa con lágrimas en los ojos. Sabía que seguramente no iba a poder cumplir con lo que su hijo le pedía a los reyes. Supo que su enorme paciencia por aprender a escribir era por ese motivo: pedirle a los reyes el regalo que se merece. Como todos los niños.
Caminó una cuadras sin atreverse a desdoblar el papel y leerlo, pero tenía que hacerlo, ya vería después como se las arreglaría para cumplir con el deseo de Juancito. Leyó lo que el niño había escrito:

qer idos reye s mago
qiero qe me trai gan un traba jo para mi papa
Juan

1 comentario:

  1. ... conmovedor y hermoso relato.Que los Reyes Magos nos traigan trabajo acompañado de fè y esperanza para poder continuar. Gracias.

    ResponderEliminar