domingo, 24 de julio de 2011

La Hansen.

El humo de los cigarrillos americanos obtenidos de contrabando, la penumbra por la poca luz de las lámparas por la escasez eléctrica de la ciudad luz a causa de la guerra, no empañan la voz que seduce por igual a soldados alemanes y ciudadanos parisinos. Ella canta como un ángel rubio. Los bucles caen con gracia sobre su rostro blanco en el que resaltan sus ojazos azules y la boquita pintada de rojo. Figura esbelta, perfecta, piensan los hombres embelezados que la escuchan olvidando por un instante mágico que afuera hay una guerra. Ella es mágica, al lograr que los parisinos invadidos por el Tercer Reich de Hitler, olviden su condición de subordinados y cada noche concurran al cabaret de Bd de Montparnasse para escucharla cantar. La llaman: La Hansen.

Lili Hansen, llegó de Alemania del brazo de un oficial del régimen enamorado hasta la médula. Dicen que ella no siente lo mismo por él, pero la posibilidad de pasear por las calles de París, convence a cualquier mujer que se sienta con todo el glamour para hacer hablar al empedrado de la ciudad con más glamour de toda Europa. En París no caen bombas, nadie se anima a bombardear la ciudad que un día cruzarán por el Arco del Triunfo. Sería un pecado que los aliados no cometerán. Pero sí, hay resistencia. Hombres y mujeres que aman Francia y jamás dejarán de luchar contra el maldito invasor. Algunos de ellos se confunden entre la gente, en el cabaret, igual que cualquier ciudadano sometido y jugado a su suerte.

Es la suerte de Pierre la que está echada. No puede creer que esa mujer que canta todas las noches lo vuelva loco de pasión. Es mi enemiga, se retuerce en su pensamiento, debería odiarla. Un rebelde, piensa la Hansen, un maldito rebelde que me ha enamorado. No hay vuelta que darle: se vieron, se encontraron y se aman sin fronteras. No hay guerra entre ellos, o sí la hay, la única que debería haber, la de los cuerpos que se entrelazan con dolor en el pecho por el amor que sienten el uno por el otro. Ellos saben que París no arderá mientras estén juntos, pero no pueden saber hasta cuando aunque se juren amor eterno. La Hansen, seguirá cantando todas las noches bajo la mirada vigilante del oficial alemán que hasta allí la llevó. Él seguirá luchando por la liberación de su patria. Mientras, no dejarán de buscar la manera de verse a escondidas.

Lo sabe. No hay nada que no pueda saber la inteligencia alemana. Nos llevará a otros miembros de la Resistencia, dice el oficial engañado por la Hansen. Será un duro golpe el que daremos, eso sí, a ese tal, Pierre, lo quiero vivo para matarlo delante de ella. Me va a pagar este engaño con lo que más quiere. Luego la deportaré a que se pudra en una cárcel de Berlín. Meterse con un desgraciado francés y además enemigo del Reich, es lo más estúpido que puede haber hecho en esta guerra. La voy a destruir.

Él también lo sabe. Sabe que el alemán no es un pacato y no se dejará engañar tan fácil por ella. Lo planea, le pondrá una trampa y lo matará junto a sus oficiales subordinados. Es la oportunidad de hacer su trabajo por Francia, el que se ha encomendado a si mismo cuando se unió a la Resistencia. La Hansen, está en el medio de los dos sin sospechar los planes de cada uno. Ella está enamorada, qué más da si lo único importante en estos tiempos de guerra es tener la suerte de amar intensamente y ser correspondida. Esta noche canta como nunca, presintiendo el destino, que será la última vez que lo haga en esa París convulsionada, porque las noticias que llegan dicen que los aliados desembarcaron en Normandía. La Hansen teme por su amado, sabe que se irá a luchar al lado de ellos para liberar París y lo perderá y teme también que el oficial alemán huya de la ciudad llevándosela con él. Entonces toma la única decisión que se le ocurre: unirse a la Resistencia. Estás loca, conmigo no puedes ir, no arriesgaré tu vida por mi lucha, tú eres alemana. Yo soy lo que tú eres, Pierre, porque mi amor por ti está por encima de todo. Pero para Pierre, matar al oficial alemán a través de ella es lo que está por encima de todo. Primero, amarse por última vez, y mañana liquidar al enemigo.

El frío del caño de una pistola en su sien, lo despierta de repente. Pierre intenta tomar su arma pero se da cuenta de que está en manos de su amada; empuñada con enorme decisión. El amor a veces es el peor enemigo en una situación de guerra. Ella presiente que la han seguido hasta tenderle una trampa y siente culpa por lo que esto desencadenará: la muerte de Pierre y la posible caída de otros miembros de la Resistencia. Venderá cara su derrota. Será ella quien mate a su amado, Pierre. El hombre que además es el enemigo de su patria. Lo hará antes de que los oficiales alemanes lleguen y no hay tiempo que perder porque con esto logrará el perdón del oficial alemán al que ha engañado. Es lo que cree.

El intenso taconeo de las botas de los soldados que suben las escaleras y, luego corren por el pasillo que lleva hasta el nido de tanto amor vivido, es cada vez más cercano. Están a la puerta. La tiran abajo y el primero que entra en la habitación es el oficial alemán que muere de amor y odio a la vez por la Hansen, pero que esta vez no le perdonará su affaire con este maldito francés. Ella dispara el arma, una, dos, tres veces con furia y un inmenso dolor en el alma a la vez.

¿No acertó ninguno de los tres disparos, abuela? Es que jamás había usado un arma; bueno, en realidad con el primero le di a la gorra del oficial, el segundo disparo le dio de lleno a la única lámpara encendida, y por eso quedamos a oscuras, y el tercero, no sé, pero se escuchó el terrible maullido de un gato. ¿Y qué pasó luego? Con la confusión en la oscuridad, Pierre y yo huimos casi desnudos pero por suerte otros miembros de la Resistencia que estaban alertados de la situación nos protegieron. Él, después de unos días, marchó a luchar por la liberación de París y a mi me consiguieron un pase para salir de Europa. Me instalé en Argentina y allí rehice mi vida. ¿Entonces, nunca supo qué pasó con Pierre y el oficial alemán? Sí, lo supe, cuatro años después de terminada la guerra volví a París a buscar a Pierre con la esperanza de que estuviera vivo. ¿Y lo encontró? Sí, y me di cuenta de lo absurda que a veces es la vida… Y la guerra.

La Hansen se llama el restaurante de comida típica alemana en el Bd du Montparnasse. Lili se acerca expectante y emocionada a la vez. Desde adentro se escucha la melodiosa voz de una mujer que canta: “Lili Marlene”, la misma canción que ella cantaba durante la ocupación. Casi con su misma voz, la música sale de una fonola. El humo de los cigarrillos americanos que ahora se consiguen en todos lados y, la luz blanca e intensa que ilumina el lugar le dan otro clima al que ella recordaba. El aroma delicioso a chucrut invade el aire y los ruidosos comensales colman las mesas. Lili, desde la puerta del local, lo ve. Pierre atiende la caja. Una sensación de alegría inmensa la invade, está a punto de gritarle: Pierre, Pierre, soy yo, La Hansen, he vuelto y ya jamás me ir… También lo ve, al ex oficial alemán, atendiendo la barra.

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