lunes, 16 de septiembre de 2013

Sólo fue un sueño.


Fue anoche mientras dormía. Viajé en el tiempo, hacia atrás. 2000 años me separaron de ésta, mi época. Lo vi sentado a la sombra de un olivo, en un monte de olivos verdes y frondosos. Allí estaba vestido con harapos. Larga su barba, enmarañado y sucio su cabello. Rodeado de hombres tan pobres como él. Mujeres con vasijas de barro refrescaban las gargantas de esos hombres con agua fresca. Yo bebí porque mi viaje fue largo y estaba sediento. Luego me acerqué a él. Me miró con sus ojos oscuros. Su pelo era oscuro y su barba igual de oscura. Su tez, mate. No imaginaba que así era él; sólo creí que era él.

Le hablé porque quise saber: Maestro… Entonces me interrumpió levantando su mano derecha; no soy tu maestro, tú aprendes de ti mismo, me dijo.

Tú eres el camino, le dije. No, me dijo, yo sólo conozco el camino, si me sigues y pisas donde yo piso no tropezarás. Luego tú serás el camino.

Pero tú caminas sobre las aguas, insistí. Él me dijo entonces; si entendieras que tu alma es lo importante olvidarías que tu cuerpo pesa y también caminarías sobre las aguas.

Tú multiplicaste los panes, le dije. Yo di lo único que puedo dar y eso es mucho aunque sea poco, me dijo, si tú dieras lo que tienes a quien lo necesita, darías un tesoro.

Convertiste el agua en vino, eso nadie lo ha hecho, le recordé. Entonces me dijo; de tu largo viaje hasta aquí llegaste sediento, unas de las mujeres te dio de beber y tú tomaste saciando tu sed con los ojos cerrados, ¿qué crees que tomaste? Agua, le dije. ¿Lo ves? Me dijo, tomaste lo que quisiste tomar.

¿Sabes que morirás en la cruz? Le dije. Seré crucificado, me dijo, pero no moriré porque en ti seguiré viviendo.

Resucitarás, le dije por último. Si tú lo deseas, sí, me dijo y también por último dijo: Siempre resucitaré porque mi alma estará contigo hasta la eternidad.

Luego desperté y supe que había sido un sueño. No era él porque todo lo que le pregunté no me lo contestó como yo esperaba. Sólo me dijo que creyera en mí mismo. Sí, eso fue lo que me dijo.


¡Claro que seguiré creyendo en mí mismo! Por eso nada cambiaré; seguiré perdiéndome en mi camino, me hundiré en las aguas, seguiré siendo avaro, me embriagaré sin límite, y seré el más pecador de los pecadores como hasta ahora lo he sido. Después de todo, gracias a Dios, sólo fue un sueño. 

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