domingo, 13 de diciembre de 2015

Los niños son lo más.


Si un niño no sufre hambre, no tiene un padre, un tutor o una familia que lo maltrate o golpee, siempre será feliz.

A los niños no les importan las disputas políticas ni los enfrentamientos, generalmente absurdos, de los mayores. Lo que les importa es jugar con sus amigos, sus compañeros del colegio y con sus hermanos. Un niño es feliz chapoteando en el barro, con una pelota de goma, una muñeca de trapo o un juguete sofisticado. No saben de desigualdades.

Así vivan en una villa, en una casa humilde, en un barrio rico o en una casa con todas las comodidades.

A un niño dale, con amor, un plato de fideos con manteca o una milanesa con puré y los disfrutará igual. Si tiene hambre a la hora de comer cualquier plato es un manjar.


No estoy justificando la pobreza, no, para nada. Porque quiero como todos ustedes que ya no haya pobreza en ningún lugar del mundo. Pero eso es algo que tenemos que resolver los mayores. A los niños con la cara sucia y sonriente sólo les importa ser felices todos los días, desde que abren los ojos a la mañana, hasta que los cierran en la noche esperando el día siguiente. 

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