viernes, 3 de julio de 2009

El fin del mundo.

Desde que se levanta, Santiago está comunicado. Su teléfono celular lo despierta, le habla, no lo deja solo ni un instante. Sus amigos están en él, le escriben, lo leen. Enciende la computadora y el e-mail está listo para contarle algo; él cuenta con sus amigos que se despiertan al mismo tiempo. El chat, lo transporta a la vuelta de la esquina o al mundo entero. Internet es la gloria. La televisión por cable lo pone en órbita al segundo, todo está allí: guerras en directo, una estrella del rock que murió hace un minuto, el nacimiento de una futura princesa ocurrido recién. Santiago sale de su casa rumbo al trabajo con la música de su I-pod en sus oídos y toda la información alojada en su cerebro. Trabajará viendo todo en una pantalla, lo que necesite para poder cumplir con quien le paga está allí, con luz, a la velocidad de un rayo. El mundo vuela, no se detiene por nada, cruza el Universo sin secretos. El Facebook, los Blogs, el Fotolog, Google y demás, todo lo que Santiago necesita funciona a la perfección. Sin todo eso no existe el planeta. Termina el día e hizo lo que le hubiera llevado una vida en un instante, y mañana al despertar, esa vida será otra.

Otra vez arriba, con la misma rutina con la que prácticamente nació, pero esta vez, Santiago se sorprende, es raro porque ya nada lo hacía. Su teléfono celular no lo despertó y por supuesto se quedó dormido, es tarde. Se debe haber quedado sin batería, se dice a si mismo. La computadora parece no tener vida, no enciende, está muerta. El televisor sólo le muestra los canales de aire, no hay vía satélite, ni CNN, ni nada. No hay noticias recientes, sólo lo que pasó ayer. Sus amigos no están en Internet porque se ha cortado, ni en su teléfono que ni tono tiene. La música, que sale de ese cuadradito chato y pequeño que se conecta a sus oídos parece haberse perdido. Sus amigos ya no están donde siempre, lo abandonaron. Se siente mal, quiere saber qué pasó. Intenta comunicarse con el teléfono de línea, pero ya ni recuerda el número de teléfono de la casa de esos amigos. Llama a los celulares y nada, no suenan. Es una tragedia lo que está ocurriendo. En el viaje a su trabajo ve que todos luchan con sus móviles para comunicarse con alguien, con el mundo. No lo logran. Qué pasa por favor. Ya va a pasar, tranquilo, esto es algo pasajero, se consuela.

No pasa; nada pasa. En su trabajo la pantalla de la computadora está gris. La observa durante horas, tomando café, comiendo algo, charlando con sus compañeros y lo peor es que no sabe nada de la vida de sus amigos, de su gente; de nadie sabe nada. El Mundo se detuvo; esa marcha alocada por el firmamento ya no lo es tal. Los planetas se alejan de éste en el que vive Santiago. Incertidumbre total de los mandatarios que gobiernan las naciones, dicen por la radio. Los bancos colapsan, la gente reclama su dinero y nadie sabe que le corresponde a cada uno porque todo quedó en los CPU. Ni un papel registra algo. Es el caos. Millones de adolescentes adictos al sms y a los mensajes de texto se suicidan. Las reinas y reyes de los floggers se ahorcan con el cable del mousse al descubrir que ya no existen. Los futbolistas millonarios ven reducidos sus contratos en un 90% porque ya no hay partidos en directo a todo el mundo, entonces, se casan con sus noviecitas de la infancia. Las voluptuosas vedettes que siempre los persiguen se arrojan de un séptimo piso por la depresión. Las noticias llegan al otro día o varios días después. Las cadenas de noticias internacionales de televisión por cable, al tener que cerrar las emisoras repentinamente, despiden a sus comentaristas y panelistas, pero por suerte, consiguen trabajo como carteros porque ahora la gente escribe. Envía cartas a todo el mundo que llegan semanas después. Santiago recibe en su casa una tarjeta de Navidad y se emociona, llora, la tiene en sus manos y de ella suena "Noche de Paz". Es un milagro. Los jóvenes se reunen en los cafés y comentan el último episodio de "El Chavo" que nunca dejan de pasarlo en algún canal de aire. Los presidentes de todo el mundo le hablan a sus conciudadanos. Piden calma, no desesperen, esto se arreglará pronto, nuestros técnicos están haciendo lo humanamente posible. Ingenieros capacitados se reunen en Ginebra con el fin de encontrar una solución al grave problema que vive el mundo entero. Fracasan, no lo logran, vuelven a sus países y se compran un taxi. La ONU declara la emergencia, pone en alerta a sus tropas de paz por las dudas haya guerra, pero no hay nada que hacer, nada cambiará. Es el fin... es el fin... es el...

"Es la hora de levantarse... la hora es: siete horas, treinta minutos... Es la hora de levantarse... la hora es..." Santiago apaga la alarma de su teléfono celular. Se sienta en la cama con los ojos abiertos como los del muñeco Chucky y transpirando envía un mismo mensaje a todos sus amigos: "Tuve una pesadilla terrible, resulta que..." Jamás recibirá una respuesta.





2 comentarios:

  1. buenisimo, dick, como siempre!! ME ENCANTO!
    te confieso, que me dio un escalofrío... estamos todos colgados de la www!! que miedo!!

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  2. Richard, no dejas de sorprenderme. Cada vez son mejores.

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