sábado, 28 de mayo de 2011

Señorita, Kim.

He pensado tanto en usted que a veces me sorprendo de mi mismo y me hago mil preguntas incoherentes, ¿por qué razón? E intento contestarme de la misma manera que si usted me hiciera esas preguntas: sin una respuesta coherente.

Su imagen me ha perseguido en las noches cuando mis sueños me invaden y durante el día al observar cada rostro de mujer que se cruza en mi camino. Un camino que ya no tiene retorno. Llegaré hasta donde me he propuesto y ese lugar está cada vez más cerca. Nada impedirá que cumpla con la promesa que me he hecho estas últimas semanas en las que por usted, mi mente y mi corazón se han sentido torturados. Le aseguro que no es una decisión fácil de tomar porque no soy una persona con arrebatos desmedidos.

Kim, mi amada y bien ponderada, Kim. Debo confesarle a través de estas palabras, que usted es lo mejor que me pasó en la vida; hasta ahora. Esta vida que ha sido tan dura conmigo en los últimos veinticinco años. Mi vida que no lo fue tal porque vivir atormentado no es lo que Dios nos tiene preparado para cuando llegamos a este mundo. Los sinsabores son producto de nuestra intolerancia y ambición. Usted, Kim, ha sido mi ambición y eso fue desmedido de mi parte. No tengo perdón, por eso merezco mi desdicha que al fin terminará.

He navegado lagos y transitado valles verdes con usted a mi lado. La he besado en cada rincón apenas iluminado por débiles farolas. Le he dado de comer en la boca como si yo fuera un ave criando a sus pichones. La he visto desnudarse ante mi con la sensualidad que la ha caracterizado al compás de esa música que estremece todos mis sentidos. La amé con la pasión que usted me pedía porque su pasión fue más fuerte y decidida que la mía. Soy un hombre afortunado por tanto amor recibido y, sabe usted Kim, mejor que nadie, que yo le he correspondido de la misma manera.

Mi loco amor tiene un precio: el sufrimiento, la incertidumbre, el dolor en el pecho que debí soportar estoicamente día a día. Usted es la culpable de todas mis desgracias. Sí, usted, mujer que me ha dado tanto amor y me ha hecho tanto mal. Por eso, hoy, toqué fondo y lo mejor es un cambio rotundo en mi atormentada vida. Lo conveniente es el fin. Que al fin es lo que usted espera de mi. Debo terminar con su existencia porque esta situación no la soporto más.

Esta noche de luna, esa luna que tantas veces nos bañó con su luz a través de la ventana de nuestro nido de amor, bendiciéndonos como lo hizo y hace con todos los enamorados a través de los siglos; esta noche como le digo, será la última. Llegaré a mi casa, iré derechito a mi cuarto, abriré la puerta, clavaré mi vista en la pared que está al lado de mi cama, la misma cama en la que nos amamos una y otra vez y, quitaré el poster con su imagen de un tremendo manotazo para colgar en su lugar el de Angelina. Perdóneme usted, pero me encanta esa mujer, qué quiere que le diga, creo que ya la amo como un loco de atar. Le estoy diciendo la pura verdad, a usted nunca la engañé y menos lo voy a hacer ahora.

Mi querida, Kim, espero que tenga pronto la misma suerte que yo tengo en este momento y pueda colgar en la pared de su habitación, la foto de alguien que la haga feliz, como seguramente a mi me pasará en mis próximas noches con la bella Angelina.

Su ex amado solitario.

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