sábado, 10 de julio de 2010

La Gran Noche de Sabrina.

La mesa puesta impecablemente para dos. Tres velas encendidas en el centro iluminando apenas el ambiente. La suave brisa que acaricia el cuerpo entra por el ventanal del piso 17 en esa noche de verano. Agradable, dulce es el aire, limpia la luna. La mejor época del año es esta para ella, como lo fue el día que se casaron, hace cinco años.
La carne bañada con salsa de ostras y papas marinadas no ha salido del horno. Cocida hace dos horas, fría hace una hora y media. La voz de Norah Jones se apagó quién sabe cuánto hace. Media botella de Chardonnay ha pasado por la garganta de Sabrina. Docenas de insultos por sus labios que han dejado marcas de rouge en su copa. Maquillada como una pintura impresionista y vestida como una prostituta por la que los dioses se convertirían en diablos. Para él. Para el hombre que le juró amor eterno. Para él. Para el hombre que de esta noche de aniversario, se olvidó.

El sonido del agua de la ducha la despierta después de que el sueño la venciera a la madrugada. Se levanta de la cama; la puerta del cuarto de baño entreabierta deja ver la silueta de Julián detrás de la cortina transpirada. Imagina su cuerpo desnudo, perfecto, como ella lo sueña, con el agua enjabonada recorriéndolo y lo desea. Desea hacerlo sufrir de placer como lo había planeado para la noche anterior, después de empaparlo primero de sudor con sabor a champagne Rosé.
Hijo de puta, sos un hijo de puta.
¿Qué pasa? Pregunta descorriendo la cortina para observar a su mujer como si le resultara una desconocida.
Eso, que sos un hijo de puta, tu regalo de aniversario está sobre la mesa del comedor.

Sabrina prepara café, sólo para ella. Julián entra a la cocina con la pequeña caja sin abrir en su mano, adivinando que seguramente es el estuche de un reloj e intenta abrazar a su joven esposa pidiéndole mil perdones.
No es que me olvidé, es que... Es que anoche tenía la reunión con los chinos y sabés como es esto de los nego...
Existe un aparato chiquito que tiene cámara de foto, Mp3, y no se cuanta boludez más además de ser un teléfono. Le dice ella alejándose de sus, todavía, mojadas manos.
Uy, lo dejé en la oficina, salí tan apur...
Claro, por eso te llamé tantas veces y no contestabas.
Sí, fue por eso, lo que pasa es qué...
¡Basta! Basta, Julián, no me tomes por idiota.
¡No, mi amor, yo no...!
Sí, ¿quién es ella?
Pero qué decís, no hay nadie...
¿Quién es ella? ¿Con quién te estás acostando? ¿Con quién el día de nuestro aniversario, por Dios?

Julián, sentado en el sillón del living en el que tantas veces se amaron, con las manos tapando su rostro, se quiere morir. Sabe que no tiene escapatoria, que esta no la puede levantar, que lo mejor es la verdad. Ellos, la pareja perfecta para todos sus amigos; apuestos, con cuerpos deseables el uno por el otro, de pronto están en una crisis que él no puede solucionar ni con la ayuda de la ONU. Ella, su mujer, bellísima, con unas piernas largas y moldeadas por artesanos, nalgas como Julián no hubiera acariciado jamás y una boca que lo ha llenado de placer una y otra vez, está a punto de dejarlo por un estúpido e irresistible deslíz justo en la noche de su quinto aniversario. Pero... Es que la china estaba para matarla, piensa y se lamenta por su debilidad de la noche anterior.
Quiero que la traigas acá...
¿A quién?
A la china...
Pero, Sabrina, qué decís...
¡La traés, entendés, la traés aquí! Si no, ahí está la puerta y no quiero verte nunca más.

La carne con salsa de ostras y papas marinadas recalentada en el microondas, no está nada mal. Una nueva botella de Chardonnay abierta y los tres frente a frente comiendo en silencio, iluminados por las tres velas y la dulce voz de Norah Jones.
Sabrina, maquillada y vestida como la noche anterior observa detenidamente a la mujer china todo el tiempo, con odio y admiración a la vez. Es increíblemente hermosa. Las dos se miran estudiándose a los ojos, como cautivándose e intentando, Sabrina, descubrir por qué esa mujer enigmática logró hacerle olvidar a Julián de algo tan importante en sus vidas.
Le habla a su esposo sin dejar de mirar a la china ni un segundo.
¿Cuánto te costó?
Sabrina, no creo que...
¿Cuánto te costó?
Por favor, amor...
¿Cuánto... te... costó?...
Mil quinientos...
¿¡Mil quinientos pesos!?...
Dólares...
¡Hijo de puta! ¡Y te olvidaste de mi regalo de aniversario!
Sabrina, mi amor, perdón, yo...
Ella es mi regalo...
¿Qué?
Dije que... ella... es mi... regalo...
Sabrina, creo qué...
Te vas...
¿Qué?
¡Qué te vas o no entendés español!
¡Estás loca!
¡Te vas ya! y no volvés hasta mañana al mediodía, ¿me escuchaste bien? Ah, antes de irte, dejá tres mil dólares para pagarnos la que será la mejor noche de mi vida.

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