sábado, 26 de marzo de 2011

Amazona.

Laura, vas a tener que aprender a convivir con esto, hay tratamientos, terapia, te aseguro que no es la muerte de nadie…

En este momento deseo morir, doctor, no cumplí 40 todavía… No es justo… Toda mi vida me sentí hermosa…

Lo sos, y lo seguirás siendo, conozco muchas mujeres que superaron este trance.

Sentada frente a su tocador, desnuda de la cintura para arriba, se mira al espejo recordando el momento tan trágico que ha vivido cuando su médico le dio la noticia. Es una mujer con un cuerpo envidiable, sus pechos armados, duros, no se han caído a pesar de haber tenido a su única hija hace sólo 4 años. Todo le llegó tarde en la vida: el amor más grande, su esposo Lucas unos pocos años mayor que ella; su pequeña hija a los 35. Pero esto le llega temprano, en la flor de su vida. Se tapa su pecho derecho con la mano imaginando cómo se verá sin esa parte de su cuerpo, cómo se verá con una cicatriz allí y no puede evitar las lágrimas, el llanto desconsolado, el grito de dolor del alma que será otra alma cuando todo haya terminado en la maldita sala de operaciones.

Lucas lo sabrá esa noche, por eso ha preparado la cena que más le gusta, abrirá el champagne que sólo descorchan en las noches de aniversario, le hará el amor como nunca se lo ha hecho y luego le hablará de su cáncer de mama. Laura imagina que puede ser su última noche de amor con el ser que más a amado porque cree que él, ya jamás la volverá a tocar. Lo siento mi amor, lo siento, puedes huir si prefieres, correr en busca de hermosas mujeres porque yo ya no lo seré. Y luego vendrá la quimio, la maldita quimio que me dejará sin mi cabello, blanca como la luz, ojeras que harán tristes mis ojos; no podré volver a sonreír para vos.

Siempre son un éxito las operaciones; para los cirujanos lo son, para Laura, no. Ha perdido una parte importante de su cuerpo que por más implantes o cosa que se le parezca no la recuperará. Bombones, flores, familia, sus amigas, su hijita que no entiende qué pasa ni por qué está en una cama que no es la suya y, su amado esposo que sólo acaricia su mano diciéndole cosas que ella no sabe si son ciertas: te amo, te amo, sos mi vida y siempre lo serás. Nada cambiará.

El pañuelo de seda que envuelve su cabeza le da un atractivo especial. Seguramente nadie se da cuenta de que debajo de ese pedazo de tela el cabello no existe. Su mejor amiga que nunca se ha despegado de ella desde que le extirparon el pecho, le cuenta de todos los hombres que la observan porque Laura no mira a nadie, se siente horrible, como si estuviera desnuda mostrando su torso provocando a que le sientan lástima. Sigue siendo tan bella como siempre aunque intente disimular su verdad.

Sabés, Laura, leí por ahí que las amazonas se extirpaban un pecho para usar mejor el arco… En serio, así de esa manera eran más efectivas con las flechas. Ves, a veces los dos pechos molestan…

No me hagas reír, querida amiga, no es lo mismo, ellas no amaban a los hombres, sólo los usaban para procrear… No me toca, él me trata como si fuera una enferma incurable…

Pues entonces, Laura, usá tu encanto que no perdiste para hacer el amor con Lucas. Provocalo, demostrale que no cambiaste nada… Si no, yo tengo un par de amigos que…

La llamada que temió muchas veces le llega al fin: volveré tarde mi amor, tengo mucho trabajo así que no me esperes despierta, ceno algo por acá, no te preocupes. Está con otra mujer, tiene otra mujer, no me cabe duda. Me quiero morir… Por Dios por qué me pasa esto a mí. El mundo se derrumba para Laura. Hasta se imagina a ella misma haciendo el amor con el par de amigos de su amiga, de rabia, de pura rabia. Lo escucha llegar de puntillas cuando está amaneciendo, porque no durmió en toda la noche, acostarse a su lado y dormir profundamente creyendo que ella no lo nota. Huele a perfume de otra mujer, sí, apenas me levante revisaré sus ropas, buscaré marcas de rouge, cabello... Odio a las mujeres con cabello lacio, ondulado, abundante… Las odio…

Lucas, mi amor, lo hablé con un cirujano plástico, no me digas nada, lo decidí, me haré un implante, me dijo que no es igual a mi pecho pero quiero verme bien para vos... No quiero que sientas vergüenza de mí… Lucas la mira sin entender muy bien, están sentados a la mesa de la cocina, desayunando, observa su pañuelo colorido sobre su cabeza, su torso con un top ajustado disimulando la falta de un pecho. Se levanta de su silla, se acerca a Laura y la toma obligándola a pararse frente a él. La besa con ternura, le acaricia el cuerpo, le quita el pañuelo de la cabeza y acaricia su calvicie. Laura no deja de mirarlo asombrada con los ojos bien abiertos, esperando algún desenlace. Él la lleva hasta el dormitorio y le quita toda la ropa, la aprieta contra su cuerpo y ella siente su dureza no pudiendo evitar que una sonrisa ilumine su cara: lo ha excitado. Mientras hacen el amor, Lucas no deja de decirle que no quiere que se ponga algo en el cuerpo, que la quiere así, que la ama. Le pide perdón por no haberla tocado, por lo que pudo haber hecho por temor a que no fuera lo mismo con ella. Le dice que es la mujer más hermosa del mundo una y otra vez.

Parada, totalmente desnuda, se mira al espejo de su tocador, estira su brazo izquierdo a la altura de sus ojos como sosteniendo un arco tenso, acerca su mano derecha a su pecho liso, siente la cicatriz en su dedo pulgar, y abre su mano soltando la cuerda disparando la flecha que se clavará en los corazones de todos los hombres. Ella, ahora sabe que es una mujer entera y nadie se resistirá a sus encantos.

1 comentario:

  1. ¡Que cuento más bonito! Ojalá a todas las mujeres con cáncer de pecho les vaya tan bien como a Laura.
    Un beso

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