lunes, 24 de enero de 2011

Desde el espacio exterior.

Perdón, Mónica, por despertarte a esta hora de la madrugada, pero me ha ocurrido algo que no se si fue una pesadilla o realmente sucedió… Sí, sí, ya sé que son las dos de la mañana, pero me tenés que escuchar… Es muy importante. Mirá, trataré de ser breve pero lo dudo, es que estoy muy asustado y necesito hablarlo con vos… Sí, con vos… Bueno, simplemente porque tiene que ver con tu hermana… Sí, con ella… No, no te asustes, no le pasó nada grave, o si, no se… No, no, tranquila, ella está bien, creo… No grites, dejame contarte qué pasó… Es que… ella es una extraterrestre…

Mónica, soy yo otra vez… Por favor no me cortes… Está bien, insultame todo lo que quieras, tenés razón en enojarte, pero te aseguro que tu hermana es de otro planeta, es más, ahora no está en la Tierra… Está en el planeta J2ZOE193… Bueno, eso queda en otra galaxia muy lejana a la que sólo se llega con cierto lugar del cerebro que para mi es imposible explicar de que manera, pero yo puedo ir tan lejos con mi pensamiento y materializarme allí que en un santiamén llego y me comunico con tu herm…

No me vuelvas a cortar, por favor, ya sé que tenés que levantarte temprano, pero ella necesita de tu ayuda… No estoy loco, nunca estuve más cuerdo, en serio… ¿Me dejás que te cuente?… Resulta que conoció a una gente que no se si es humana, son seres de ese planeta del que te hablo… Sí, como te cuento, la cuestión es que estas “personas”, o lo que sean, la llevaron a un paseo cultural… Exacto, a museos y esas cosas aburridas, parece que a ella le gusta, es que tiene un gusto para los paseos que… En fin, sigo; ellos le dijeron que todas las obras que están en esos museos no son las verdaderas… Claro, parece que son copias de artistas de este planeta del que te cuento, los verdaderos artistas están allí… Esperá, dejame seguir. Qué cómo, entonces, los artistas de la Tierra pintaron los cuadros; pues, porque tienen ese pensamiento para viajar por el espacio y llegar al planeta J2ZOE193 y copiar todo lo que hay allí. ¡Hasta la pizza inventaron en ese lugar! Sí, la misma que a vos te gusta comer con un buen vinito… Desde ya te digo que nadie hace mejores vinos que ellos… El Malbec, ¡no sabés lo que es! Tengo una botella aquí… No me estoy burlando, Moni, hay que rescatar a tu hermana de ese planeta extraño y solo no puedo…

Esperá, esperá, no me cortés otra vez, debés haber visto que ella escribe en Internet cosas extrañas, difíciles de entender y… ¡Ah! Ahora te das cuenta de que no miento, bueno, eso que escribe es para gente que si entienden esos jeroglíficos y que, como ella, están planeando incendiar todos los museos para terminar con el arte que parece que es de mentira… Por eso, he visto, cada vez que voy con tu querida hermana a un museo y mientras yo me aburro, que ella saca fotos con una mini-máquina fotográfica, incorporada a sus ojos, de las salidas de incendio para saber por dónde escapar cuando encienda un fósforo… Ah, si, tenés razón, ella sólo lleva encendedor en su cartera. No importa, es lo mismo… Además habrás notado que le gusta caminar kilómetros, si lo sabré yo que he terminado con los pies al revés por acompañarla. Pues verás, lo hace para trazar mentalmente mapas de la ciudad porque también están planeando una invasión extraterrestre. ¡Se viene el fin del mundo, Mónica, tenemos que hacer algo por detenerla o detenerlos! Yo tengo un plan, el mejor, y lo tenemos que hacer los dos juntos… Cómo lo haremos... Es fácil, te lo tengo que contar personalmente, por teléfono es peligroso… Lo que tenés que hacer ahora es tomar un taxi, venir a mi casa y… Sí, a esta hora y juntos lo planearemos… ¡Viajaremos hacia las estrellas, Moni!

Otra vez me cortó, no hay caso, ya no se que método usar para la conquista. Quizá debería probar mandándole flores… ¿El teléfono a esta hora? Capaz que es Mónica que… Si, hola, quién habla… ¿De qué planeta? Pero… ¿Usted sabe la hora qué es? ¿De qué invasión me habla? Si, estoy conectado mentalmente con el planeta J2ZOE1… Ah, que vaya mañana al Museo de Ciencias Naturales, ¿para qué? Me van a embalsamar… ¿Adónde me van a poner? Al lado de los dinosaurios… Mire, creo que se está burlando de mi y…

Cortó, realmente no entiendo cómo alguien puede molestar a la gente a esta hora. Menos mal que sé que la hermana de Mónica esta en ese planeta lejano porque si no hubiera jurado que era ella; ¡la voz igualita, tenía! Listo, no insisto más y me voy a dormir, mañana será otro día, eso si, el Ciencias Naturales no lo pienso pisar ¡ni loco!

miércoles, 19 de enero de 2011

Estoy en el sur.

Muy lejos de tu tierra y más lejos de donde estás.

Ya la luz es tenue porque el sol me pide permiso para irse a dormir.

Y lo dejo, por hoy ha trabajado mucho.

Estoy en paz para hacer lo que me gusta; escribir.

Entonces lo hago recordando mis días en Madrid,

y siendo atrevido te lo quiero contar.

Vi tantas cosas bellas que quedaron en mis retinas.

Y en mi corazón, por supuesto.

Toledo y sus callecitas de cuentos.

Segovia y ese acueducto al que abracé porque quise sentir

la historia que una vez me enseñaron.

El Escorial en un día con nubes que me acariciaban

el rostro para que no las olvidara nunca.

Aranjuez de ensueño al que le faltó un concierto,

pero lo incorporé a mis oídos para escucharlo yo solo.

Qué te voy a decir de Madrid, ciudad que amo

porque la sangre de mi madre, que es la mía, quedó allí.

Pero nada, nada puede superar la ternura de tus ojos.

Tu mirada, en esa, mi noche triste,

que me hizo olvidar por un momento por qué estaba allí.

Perdóname mi torpeza y atrevimiento por decirte estas cosas.

Miles de kilómetros hacen que me sienta un valiente.

Me paro con la cruz del sur detrás de mí,

y sé que hacia ese norte que miro, estás vos, leyéndome,

y quizá asombrándote por mis palabras que escuchan tus ojos.

Si nuevamente te tuviera frente a mí,

sólo pediría que me vuelvas a mirar con esa ternura,

porque sé que un día me entregarás tu corazón.

sábado, 8 de enero de 2011

A ti que existes.

A ti que en mi mente existes.

A ti que pisas mi alma.

Deslizándose en ella tu aura.

Te escribo estos versos salvajes.

Léelos sin saber jamás

que cada letra pensada por mi

destella tu luz tal cual arco iris.

Tampoco de mi arrebato sabrás.

Pasión desmedida, así la llamo.

Es por este deseo desenfrenado

de tenerte siempre atrapada

en mi red tejida sin manos.

Mente macabra, egoísta, dulce.

Capaz de hacerte mía sin que lo sepas

aunque lo sientas en tus entrañas dolidas.

Me dicen que no has nacido.

O si, quién sabe, quién no lo sabe.

Bajo todos los cielos te veo

me cuenta mi alma en desconsuelo.

Mundos extraños en el firmamento

cobijan tu espíritu que no descansa.

Todas las blancas lunas

iluminan tu piel que imagino pura.

Existes mujer donde sea

por eso te ruego que así sea,

guía mi mano para que escriba

deja la otra que seque lágrimas

de estos ojos tan ciegos pero tan ciegos

que ya no son míos.

Sí de todos los hombres

que no ven lo que yo veo.

Tu luz mi camino señala

la existencia que aquí venero.

Ese umbral que no logra sanar

la herida que un puñal causa

clavado siempre en mi sublime pecho.

Quítame esta espina

que tanto mal me provoca.

Mátate con ella si tienes piedad

por este ser que no vive si en vivir te empeñas.

Entonces mi mente empezará a soñar

cuando sepa que ya no estás, si es que existes.

miércoles, 5 de enero de 2011

Las zapatillas doradas.

Los ojos de Marito miran a través del vidrio del escaparate que las muestra: las zapatillas más lindas que ha visto en su vida. “Las tiñó el sol”, piensa, sin ver las decenas de calzados alrededor de su objetivo. Blancas, negras, del color que sean, para él no existen. Sólo existe ese brillo dorado que parece haber descendido del inmenso cielo. Ese calzado inalcanzable.

El verano caluroso que se ha propuesto ensañar con su viejo pueblo, invita a los niños como Marito a zambullirse en las aguas barrosas de una laguna artificial todos los días. Lo disfrutan, son la envidia de los mayores que no se atreven a hacer lo que ellos hacen: jugar refrescándose sin importarles el sol abrasador y el aburrimiento general. Cuando vuelve al atardecer a su casa, se detiene un buen rato a observar sus soñadas zapatillas doradas.

El sol del verano logra que su piel se oscurezca, puede dibujar en ella y lo hace con una ramita; sentado al borde de la sucia laguna, traza sobre sus muslos todo lo que ve y lo que recuerda. Causa admiración en los otros niños que ya ni recuerdan lo que aprendieron en el colegio. Él dibuja sus zapatillas. Así pasa los días.

Una mañana fatídica, en su casa, descubre que la vida tiene momentos duros. Su padre ha debido ser internado de urgencia por un infarto al corazón. Qué es eso, qué puede ser tan malo para que mi padre no esté acá cuando me voy y cuando vuelvo. Quizá no sobreviva, le dicen los mayores que siempre saben lo que uno no quiere saber. Los odia. Corre por la calle a esa tienda que le muestra su más preciado tesoro, como si al verlas se le quitara esa enorme pena. No están, las zapatillas doradas por el sol y bendecidas por el Dios que le dijeron que existe, ya no están. Cómo puede ser la vida tan cruel y de golpe y porrazo quitarle todo lo que ama. Sus ojos se inundan de un líquido que conoce desde siempre, pero que nunca fue tan intenso. Regresa a su hogar con la pena en su pecho. Un dolor que se hace más grande cuando su madre lo abraza contándole al oído que nada dura para siempre. Su padre se fue de visita al cielo y ya no volverá.

Todos lo besan, a Marito le molesta porque hace demasiado calor, pero su madre le ordena que acepte las condolencias. Es el día más triste de su vida, fatal, porque todo lo que amaba ya no está. De pronto, alguien pone en sus manos una caja blanca, sin mucho peso. Marito, sorprendido observa al señor que lo ha hecho y sabe que ya lo ha visto: Regordete, con sus pantalones arriba de la cintura, la corbata desanudada y ese hilo de transpiración que siempre baja por su frente. Es el vendedor de la tienda de zapatillas. El pequeño abre la caja y allí están, sus soñadas zapatillas doradas, el tesoro que tanto ha deseado. Tu padre te las compró, las pagaba en cuotas y aunque falta una todavía, creo que él estaría feliz si ya las tienes. En esa noche terrible ha ocurrido un milagro, su querido papá le ha hecho un regalo desde el cielo.

Con ellas corre por las nubes, camina sobre las aguas barrosas, dibuja caminos en la hierba. Construye ilusiones; castillos que no se desmoronan, hasta que un día amanece tan fatídico como aquél día que lo puso tan triste. Las zapatillas del sol ya no entran en sus pies y se convierte en mayor. Crece, ocupa el lugar que su padre dejó. Ve el mundo que los otros niños no ven. Ya no se zambullirá en las aguas barrosas, no dibujará sobre su piel que ahora se esconde del sol. Ve el futuro que de pronto llega y es duro, preocupante. Ahora sus castillos se desmoronan; los que lo protegían lo necesitan, a él, que es un niño que ya no lo es. Descubre que deberá construir su futuro como lo hizo su padre, con tesón pero también con amor. Su padre sabía, presintió su viaje para no volver y le dejó un legado, le enseñó a ser mayor, a crecer de golpe. Marito también lo supo cuando observaba embelezado las zapatillas doradas, cuando las tenga en mis pies, volaré, ya no caminaré, cuando no las tenga veré el otro lado del mundo, el que nunca ningún niño debería ver.