viernes, 21 de octubre de 2016

Aquel sí que fue un beso eterno.


No sé cómo, porque vivía muy lejos, terminé en un asalto en Constitución. Viajé en el colectivo 60 una hora y media para llegar hasta ahí. Era un pibe de secundaria de 18 años; fui con un amigo sin conocer a nadie más y creo que de colado. No recuerdo el nombre de la chica que organizó esa reunión en su casa, lo que si recuerdo es que era un par de años menor que yo, pequeña, rubiecita y se peinaba con un flequillo casi hasta los ojos. Bien de los 60.
De entrada nomás me di cuenta de que me miraba más de la cuenta. Yo también a ella. Bailamos lentos, tomamos gaseosas, comimos sanguchitos, charlamos muy poquito, y no nos despegamos. De ahí no pasó. Éramos dos niños tímidos. Yo hasta la médula.
Cuando me fui le dije: ¿Vamos al cine mañana a la tarde? ¿Te dejarán tus padres? Sí, me dijo, no hay problema, vamos.
Quedamos en encontrarnos en Corrientes y Carlos Pellegrini, justo enfrente del obelisco para ir a un cine de la calle Lavalle. Yo la esperaba con una flor para ella. La vi venir... pero con una pareja. Era el primo de veintipico de años y su novia. Claro, los padres la dejaron ir al cine conmigo, pero no sola. 
Fuimos a ver Una película de la serie Lili con Leslie Caron (Hi Lili, Hi Lili, Hi Lo, cantaba la Caron). Nos sentamos juntos en el cine pero sin tomarnos de la mano ni nada. Cuando salimos, el primo nos invitó a comer unos tostados con Coca Cola. Charlamos, en realidad el primo y su novia hablaban, ella y yo casi mudos. Luego tomamos un colectivo hasta Constitución.
Su primo con su novia se despidieron de mí, caminaron 30 metros hasta la esquina y se fueron. Ella y yo quedamos solos frente a frente diciéndonos cosas como, pasé una linda tarde, me gustó la película, ¿nos vemos el sábado que viene? cuando de pronto, en un segundo, se estiró hasta mi boca y me estampó un beso sin tocarme con sus manos. Así pegados, boca a boca, la miré con mis ojos grandes como dos lunas llenas, sorprendido. Ella tenía los ojos cerrados. Se separó de mí dando media vuelta y corrió hasta la esquina despareciendo. Creo que me quedé cinco minutos esperando a que vuelva.
Nunca olvidé ese beso que fue como si me dijera: "Me gustás, tonto, cómo querés que te lo diga si vos casi no hablás".
Me encantó tanto ese beso de repente que, te juro, desearía que me sucediera otra vez.  Es que sigo siendo igual de tímido... Lo cambiaría por una flor.

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