domingo, 18 de julio de 2010

Estimada, Laura.

Estimada, Laura:

Esta es mi décima carta en diez años; una por año y en la misma fecha cada vez. Desde hace 365 días hasta aquí mi vida no ha cambiado mucho, sólo lo ha hecho mi cabello que cada vez es más blanco y mi cuerpo que ya no resiste ciertos tirones.
Como siempre le digo por este medio, no hay un solo instante en que no la recuerde. Cada hora, cada minuto, usted, mi estimada señora, está en mi mente.
Recuerdo los momentos vividos juntos como si hubiesen ocurrido ayer; usted es la mujer más bella que mis cansados ojos han visto en toda mi existencia. Y sólo fue un día en nuestras vidas.
A veces me pregunto, al no recibir nunca una respuesta de su parte, si leerá estas cartas que le envío. Si llegan a su buzón. Si usted vive todavía donde me dijo aquella vez. Quiero creer que si, ansío que mis letras sean palabras que usted escucha cuando las lee, deseo que no haya olvidado mi voz.
La suya me dice, "hasta pronto, Señor Alfredo" todas las noches cuando me voy a dormir. Como aquella vez en la estación de tren al despedirnos. Fue lo último que escuché de sus labios. El timbre de su voz quedó para siempre grabado en mis oídos y eso es lo mejor que me pasó en la vida.

Fue mi culpa, hablo de dejarla ir como lo hice. Debí seguirla en su camino para no separarme más de usted, pero, mis temores a una vida en compañia de una mujer me lo impidió. He tenido siempre ese miedo a compartir mi soledad y no he dejado de arrepentirme una y otra vez en estos diez años. Estoy solo como lo he estado siempre. Me lo reprocho a cada instante, y ahora, cuando el tiempo de la juventud y la fuerza a pasado, quisiera vivir lo que me he perdido por un tonto capricho.
Ya es tarde. Muy tarde. ¿Será así, Laura? Seguramente recomenzó su vida olvidándose de un pobre hombre que una vez la dejó ir en ese tren sin el más leve intento de detenerla, y sé que esperaba que lo hiciera. Lo sé; jamás me lo perdonaré.

¿A qué hora parte el tren a Cipolletti? Me dijo esa tarde que fue para mi tan importante. ¿Lo recuerda? En una hora y treinta y seis minutos, le dije después de mi estupor al quedar fascinado con sus ojos que me miraban interrogándome.
Deme un boleto, por favor, me dijo usted y yo le pregunté ¿Qué? Hoy lo recuerdo y me siento tan tonto. Qué habrá pensado de mi al verme como hipnotizado por su belleza.
Alfredo, recuerdo que le dije, y usted me preguntó, ¿qué? Ay mi Dios, pienso en ese momento y me resulta graciosa la situación. Cuando le entregué el boleto, apenas rozé sus dedos con los mios y fue mágico, supe que era usted, Laura, la mujer de mi vida, de mis sueños, después de años vividos como un ermitaño estaba frente a la mujer que, en esa hora y treinta y seis minutos hasta que el tren partiera, iba a cambiar mi vida para siempre. Y vaya que lo hizo; diez cartas escritas en diez años es todo un récord para mi.

Mi momento sublime llegó cuando me dijo que al otro día alguien traería una encomienda que yo debería enviarle a su casa, allí en Cipolletti. Sí, porque anotó su dirección en un papel y su nombre, su maravilloso nombre: Laura. Nada más que Laura. El nombre más dulce que mis, hoy más sordos oídos, han escuchado jamás.
Laura, soy Alfredo, le dije. Sí, ya me lo dijo, me respondió yéndose a sentar a un banco frente a la boletería para esperar el tren. En ese momento, supe que usted no me olvidaría. Supe que usted, mi estimada Laura, sentía al conocerme lo mismo que yo sentí. Fue suficiente nada más, fue todo lo que necesité para saber que debía quitarme el delantal gris que usé en mi trabajo durante 40 años (ya no lo hago porque me jubilé) y tomar ese tren que, el muy maldito, llegó y salió en horario. Justo en este país que nada sale a horario, ese día, ese odioso tren fue puntual.
Pero, mis miedos a una vida juntos impidió que tomara la decisión de dejar todo y seguirla para siempre. Sé que usted, a esa altura, querida Laura, fue lo que más deseó, por eso y como lo hice en las nueve misivas anteriores, le ruego infinitamente que me disculpe. Soy, sin dudas el hombre más tonto del mundo. Sí, sé que lo piensa y está en su derecho. Puede gritarlo a los cuatro vientos ¡Qué imbécil es este hombre! Lo merezco.

Nunca olvidaré el instante en que se levantó de su asiento para abordar el tren después de tanto tiempo de estar allí en silencio y yo la saludé con la pena que me embargaba: Adios, Laura... Usted me miró con la vista perdida, pero sé que era de una inmensa tristeza, para decirme aquél inolvidable para mi: Hasta pronto, Señor Alfredo.

Ay, Laura, después de diez años de escribirle si sólo me contestara una carta, solo una para saber que está bien, que me recuerda, que siente lo mismo que yo por usted. Que no me ha olvidado aunque se haya ido aquella vez muy enojada conmigo porque no la seguí. Diez veces le he pedido que me perdone. En diez cartas como esta. Sólo le pido una de su parte y subiré ese tren que hoy, seguramente no saldrá a horario y quizá hasta lo cancelen. Si así fuera, no se preocupe, una señal de su parte y llegaré a su ciudad como sea (caminando no porque ya las piernas no me dan).

Laura, querida mujer de mis sueños, he vivido con usted y por usted todos estos años, esperando el momento de verla otra vez, esperando el instante de decirle como aquella vez: Alfredo. Y usted me dirá, ¿qué? Será tan gracioso y maravilloso que vivirá el resto de su vida riéndose de mi y me sentiré afortunado por saber que usted, Laura, tiene tan saludables sentimientos hacia mi persona.
Esperando, como siempre, una contestación que me de una esperanza, la saludo muy atentamente desde lo más profundo de mi corazón.

Alfredo.

PD: ¿Qué? ¡Que gracioso! No me haga caso, Laura, es sólo un tonto chascarrillo de mi parte. Ya sabe que no puedo con mi genio si de humor se trata.

5 comentarios:

  1. Ricardo, es precioso.
    Si Laura fuera real deberia estar 364 dias esperando a que llegue su carta.
    Sólo he echado de menos el dibujo.

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  2. Si Laura supiera que es posible ser el sueño y la razón de vivir de Alfredo...

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  3. Eduardo Mangialardi23 de julio de 2010, 6:16

    Estimado Dick:
    Al leer la carta de Alfredo Laura, quedé, frente a la pantalla, tan sorprendido, agradable y profundamente sorprendido, como quedó Alfredo en aquel primer y único encuentro con Laura.
    Gracias por compartirla.

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  4. Richard, qué belleza y que hermosamente escrito, me quedé pegado a todas las cartas, me metieron en un clima espectacular que junto a la banda musical de la lluvia en mi ventana,hizo de esta tarde/noche un placer exquisito. Te super felicito amigo y te agradezco el momento tan lindo que me hiciste pasar.
    Abrazo, Jorge

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  5. Adoro este cuento! Lo leí tantas veces hasta oir a tus personajes...Qué hermoso clima que lográs! Graciela

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