martes, 24 de marzo de 2009

A todas las damas presentes.

Esta vez no voy a contar nada. Les pido a ellas, divinas mujeres del cielo, que me cuenten.

Cuéntame

Quiero que tú me cuentes.
Te ruego que tú me digas.

Si es verdad que esos reflejos blancos 
sobre los lagos azules
son algodones volando en el cielo.

O que a las montañas 
les da verguenza ser tan altas
y por eso se esconden 
debajo de una sábana blanca.

Si es cierto que el mar se enfurece
porque el viento travieso, siempre lo molesta.

Acaso los verdes valles son tan perfectos
que al pisarlos sangran de tristeza.

También quiero saber si la nieve es blanca
para enseñarnos a ser más puros.

Si los girasoles miran al sol
porque ellos saben dónde está Dios.

Te pido que me quites estas dudas.
Yo estoy muy confundido.

Dime por qué los ríos
siempre se apuran buscando una salida. 

Y cómo hacen los pájaros para ver
lo que nosotros soñamos; 
todo el mundo desde el cielo.

Quiero que tú me cuentes todo eso
porque no puedo recordarlo.

Yo lo sabía. 

Pero ahora cuando pienso en la belleza
sólo veo un rostro con una mirada profunda.

Unos ojos llenos de miel 
que hacen que las lágrimas que surgen de ellos
sean dulces.

Veo que la inmensidad del universo,
no supera la grandiosidad 
de la mujer que observo, cuando te veo.

Es tan hermoso lo que pienso
que quiero proponerte algo. 
Cuéntame todo lo que quiero saber
y yo te sigo hablando de tí.

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