sábado, 8 de agosto de 2009

La cabaña en la pradera.

Caminó lentamente, por la calle polvorienta del casi fantasmal pueblo, acariciando el nacar de su Colt 45 colgando de su cintura. Su mano derecha se abrió y sus cinco tensos dedos se aprestaron a desenfundar el arma que terminaría con la vida de Billy, el más terrible bandolero del Viejo Oeste. Era "La hora señalada" para que de una vez por todas, Billy, dejara de existir. "El tren de las tres y diez a Yuma", partiría como todas las semanas a horario, y él se iría en ese convoy sobre rieles después de protagonizar y vencer en este "Duelo de titanes". Billy, el malo, el diabólico, el temido por las damas del Saloon tenía los minutos contados. Los pocos habitantes de ese perdido lugar de Texas, amparados en sus casas de madera, observaban asustados desde sus ventanas la dramática escena, esperando un feliz desenlace que llevara la paz, de una buena vez, a ese infierno que el tal Billy se había encargado de convertir. Los dos hombres se miraron a los ojos desafiantes, alertas al mínimo movimiento uno del otro. Eran cuatro ojos fijos de los cuales dos, quedarían vidriados en pocos segundos más. Billy, con un rápido movimiento llevó su mano hacia la cintura adelantándose para desenfundar, y...

¡Danielito, vení a tomar la leche! ¡Noooo!, otra vez su mamá, siempre arruinando el mejor momento del día, no se puede ser un héroe en circunstancias como estas... Ya voy, ma... Billy seguirá viviendo, lo salvó la misma campana diaria que no entiende que él es el sheriff del envejecido pueblo ¡y tiene que cumplir con su deber! Nada más y nada menos que mantener la paz y el orden, que no es poco, qué tanto.
¡Y después te vas a tu cuarto a hacer la tarea! Si, ma... El café con leche no está tan mal, con las tostadas con manteca que le prepara su madre, Danielito sabe que seguirá siendo fuerte para desempeñar el trabajo que los habitantes del pueblo le han encomendado. Pero Danielito tiene otra obsesión a esa hora de la tarde; mirar desde la ventana de su cuarto, la ventana del cuarto de Nina, su vecinita de enfrente. Ella es dos años menor aunque le lleva una cabeza de altura. Todas las chicas son más altas que él, pero parece que es así cuando uno es un niño. Las nenas desarrollan antes, dice su mamá; él, no entiende que significa.
Danielito apoya sus codos en el marco de la ventana, tomándose el mentón con las dos manos y, con una enorme sonrisa de felicidad, observa a Nina que recién a llegado de la escuela. Hermosa, rubia, de ojos azules, Grace Kelly, tal cual, una dulzura que al pobre lo tiene loco de amor. La niña pone un disco de Paul Anka en su tocadiscos y comienza a bailar y tararear una canción. Danielito muere, es un momento sublime. Ella lo ve... se acerca a la ventana... ¡y le saca la lengua poniendo cara de odio bajando la persiana de un zopetón! Lo mató de verdad.

La secuestrará, decisión tomada, lo hará cuando ella vuelve del colegio y tan lejos de su casa que su mamá se quedará ronca llamándolo a tomar la leche. Nada arruinará ese momento. La obligará a subir a su brioso corcel de dos ruedas, y cabalgará con ella por todo Texas, cruzará ríos y lagos, no se detendrá en Oklahoma, ni en el Cañón del Colorado, ni tampoco en el Mountain Valley. Hasta Wyoming no parará y, una vez allí, en una hermosa pradera, construirá una cabaña para los dos con sus propias manos. Con un hogar que siempre estará encendido, para que Nina le caliente un guiso de venado o conejo que él cazará, mezclado con frijoles que ella cultivará en una huerta, hecha... atrás de la cabaña... si, atrás estará bien. Tendrán diez hijos rubios de ojos azules como Nina. Defenderá su cabaña del ataque de Siux, Comanches y Apaches y jamás el cuero cabelludo de los dos será trofeo de ningún piel roja. Ya está planeado, ahora a los hechos.

Llegó el momento, a mitad de cuadra desde donde Nina aparecerá doblando en la esquina, espera ansioso, Danielito. Su bicicleta lista, su revólver colgando de su cartuchera a la cintura, su sombrero texano haciéndole sombra en los ojos. Todo, regalo de su último cumpleaños. Tensa espera... Ve asomar la pierna izquierda de Nina... Ahora toda ella que dobla en su dirección, decidida, altanera y... ¿Quién es ese pibe que la lleva de la mano? ¡Nooo! ¡Por Dios, qué pasó! ¡Y vienen riéndose como dos tarados! El pibe habla pavadas y ella se ríe a más no poder, no puede ser, y es más alto que ella y por consiguiente que él. ¡Es Gary Cooper! Se acercan, ella tiene las mejillas rosadas, los labios más grandes, una sonrisa de felicidad inmensa. No lo ve a Danielito, ni lo registra, pero el pibe si; lo observa vestido como un cowboy, le sonríe burlonamente, hace un amague a su cintura y, como si sacara un arma, le apunta con el dedo al pobre Danielito y le dice: ¡Pum! Luego se sopla el dedo como si estuviera humeante por el disparo.

Danielito siente que la bala le traspasó el pecho; el sol se cuela de lado a lado. Cae con la sangre que sale de su pecho a borbotones; con un hilo de ese líquido rojo y viscoso bajando desde la comisura de sus labios. Billy, el malo, lo venció. Fue más rápido que él. El pobre dejó de ser el más rápido del oeste. No le dio tiempo ni siquiera a acariciar el nacar de su Colt. Se muere. En minutos, el sepulturero vendrá a tomar sus medidas a lo largo y a lo ancho de su cuerpo, para construir un cajón de madera vieja por el que se meterán: cucarachas, gusanos y ratas, que devorarán su carne mientras se va pudriendo con los días, allí, bajo tierra. Es... es... The end.

Daniel, mi amor, voy a preparar café, ¿querés una taza? Si, mi vida, dale. Le dice a su esposa mientras teclea a más no poder su Olivetti, sin sacar la vista del papel blanco en el que van apareciendo letritas que forman palabras, frases. ¿Qué escribís, cariño? Le pregunta ella. Una nueva novela. Le contesta. ¡Ah! ¿Es otra policial?... No, esta es romántica... Me gusta, y yo ¿estoy en esta historia?... Siempre estás en mis historias... Ay, qué lindo y en una de amor... Si, pero habrá una muerte terrible, muy terrible... ¡Nooo!, ¿en serio?... Si, es así... Decime, Nina, ¿Cuál era el nombre de ese chico que iba con vos a la escuela?... ¿Qué chico?... Ese, que fue tu primer noviecito.

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