sábado, 7 de febrero de 2009

Cosas que pasaron.

 En "No debí crecer", relato sobre el duende lleno de luz que ví en mi cuarto cuando era niño. Y eso sé que pasó; lo ví. Pero muchas veces me han pasado cosas en la vida que, hoy, no sé si realmente sucedieron, además de algún caso curioso que me ha sorprendido.
Una vez, cuando estaba en el servicio militar y de instrucción en Campo de Mayo, en un momento de descanso ví entre unos árboles, como a doscientos metros, un avión militar bastante grande, que casi sin carretear levantaba vuelo, daba una pequeña vuelta muy bajo y aterrizaba casi de punta y también sin carretear, y no era un helicóptero. Lo hizo varias veces durante una hora por lo menos y muy lentamente. ¿Qué fue lo que ví? ¿Lo ví realmente?
Cuando tenía veintipico de años, estaba obsesionado con los ovnis y soñaba con ver uno. Una noche, mirando el cielo muy estrellado como si algo fuera a aparecer, ví una estrella grande como el lucero que se movía muy lentamente y, de pronto, tomó velocidad y en zig zag se fue desplazando hasta perderse en el horizonte. Hoy, no creo en los ovnis, entonces lo que ví ¿qué era?
Varias veces me pasó, durmiendo en la noche, sentir que alguien se acercaba caminando a mi cama, se subía en ella y seguía caminando alrededor mio. Mi terror hacía que yo no pudiera moverme ni abrir los ojos, hasta que esa extraña presencia desaparecía; allí, abría los ojos para descubrir que no había nadie más que yo en el cuarto. ¿Pasó o lo soñé?
Cuando mis hijos eran chicos, tenían una bisabuela muy viejita a la que llamaban "Iaia". Un día, mi hija Mariela que en ese momento tendría unos 4 años, mientras cenábamos, dijo de pronto y sin que nadie le preguntara nada: "La Iaia se va a morir" y siguió comiendo como si nada. Pocos días después, la bisabuela "Iaia" murió. ¿Cómo lo supo Mariela?
Mi hijo menor, Santiago, a los cuatro meses de vida lloraba y lloraba, los médicos descubrieron que tenía una hernia inguinal que le producía mucho dolor. Había que operarlo. Era muy chiquito, un bebé. Un viernes lo llevamos con mi esposa al hospital a las 7 de la mañana para que lo operaran. El cirujano nos dijo que no podía comer nada, ni siquiera tomar leche esa mañana, sólo le podíamos dar agua con una cucharita, casi mojándole apenas los labios. Mi preocupación era que no llorara de hambre hasta que lo operaran, entonces lo entretenía, jugaba con él, mientras la mañana pasaba y pasaba. Varios niños iban a ser operados ese día. Un enfermero llegaba y decía en voz alta un apellido y ese era el niño al que le tocaba ir al quirófano. A Santiago no lo venían a buscar y él, ante mi preocupación, pataleaba, se reía, estaba realmente feliz y tranquilo y no parecía tener hambre. Hasta que a las 4 de la tarde más o menos llegó el enfermero y gritó: "¡Capara!". Santiago largó un llanto desgarrador y se aferró a mi como un abrojo, entonces con una angustia tremenda logré que me soltara y se lo entregué al enfermero mientras, él me miraba llorando a los gritos como pidiéndome ayuda. Cuatro meses tenía, pero ¿supo lo que le iban a hacer?
Mi madre, hace pocos años atrás estaba muy enferma, ya no había nada que hacer. Estaba internada hacía como un mes y medio. Yo todos los días iba a cuidarla y estar con ella y luego me reemplazaba mi hermana. Mamá sufría mucho pero no de dolor sino emocionalmente, todo el tiempo me pedía que me la llevara de allí. Era imposible. Un día de octubre del 2006, estuve con ella horas, y sufrió mucho por la angustia que tenía. Yo no sabía que hacer. Cuando llegó mi hermana a la tarde, le dije antes de irme que ya no podía verla sufrir más así, que prefería que Dios se la llevara para que termine su calvario con esa enfermedad. Esa noche murió. Me sentí culpable. Una noche, varios días después, soñe con mi papá que había fallecido unos años antes, que, con mamá llevándola de la mano, se acercaron a mi los dos sonriendo y, mi papá me dijo: "No te preocupes hijo, nosotros estamos bien" y se fueron. Eso sí que fue así.




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